EXCELENTE REGALO DE NAVIDAD PARA LOS BOGOTANOS

Los griegos hablaban de democracia, como el gobierno del pueblo. Democracia significa que el pueblo elija a sus líderes para que direccionen la administración, como la mayoría de los ciudadanos desea, y no para que al momento de posesionado empiece a hacer lo que le venga en gana. Al ejecutivo se le tiene que respetar por lo que piensa, por lo que dice, por lo que ejecuta, pero éste también tiene que ser recíproco, acatando las normas establecidas  para beneficio de la comunidad.

La separación de los poderes del Estado, es uno de los pilares fundamentales de nuestra democracia, pero el “señor” Petro la pisotea a su manera y no ha admitido consejos, ni control de ninguna especie. Esto redunda en  contra de la ciudad,  que no ha podido evitar estos casos, por su impaciente arrogancia.

Si el procurador Alejandro Ordoñez haciendo uso de sus facultades, destituyó al inepto alcalde Petro, fue porque consideró que su decisión está ajustada a las disposiciones legales en derecho, recordemos que él, es la imagen de la ética y la moral pública, tumba cabezas de derecha e izquierda, y son mucho más los que han caído de la derecha, para que lo sepan el Fiscal General de la Nación, el Ministro de Justicia y los que dicen que es persecución política a la izquierda. Lo que pasa es que los de derecha tienen más dignidad, y no sollozan, no utilizan el populismo, ni se irritan tanto cuando han sido inhabilitados. La constitución del 91 habilita al  Procurador Ordoñez, para aplicar la ley a quien considere vulnere la norma establecida. Cualquier acción que se acometa para detener la destitución de Petro, solo llevará temor a la comunidad por la violación a nuestra institucionalidad.

El poder de Petro sobre la nómina distrital e indígenas que lo han escuchado en la plaza de Bolívar, se sustenta en la manipulación al canal capital, la falsedad, el engaño, la desinformación, la falsificación, la corrupción, el secretismo, las medias verdades, y la injusticia.

Aceptar propuestas indecorosas como esas presentadas por Petro en sus discursos populistas, sería el peor desenlace de una carrera política que se valoraba interesante, pero ahora atrapado en las dificultades innegables, le implica aceptar jurídicamente la decisión trascendente por su ineptitud administrativa. Dura es la ley, pero es la ley.

Petro ha demostrado claramente en estos dos años de pésima administración, que pisotea la Ley, siempre prepotente ante ella, ese es el proceder de su abyecto y perverso pensamiento, obra y oportunismo; situación que marcará profundamente, el destino político de nuestra capital en el siglo XXI. Ese es el basurero que deja a su paso por la alcaldía; esa es la manera como con su podredumbre nauseabunda y malsana, trata de  destruir las instituciones. Hoy el olor a guerrillero camuflado nos ahoga, esperamos que muy pronto el olor a respeto por las instituciones legítimas, nos haga revivir la esperanza de recuperar una buena administración para Bogotá.

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