Extraordinarios negociadores

Los extraordinarios negociadores no son el doctor De la Calle y sus compañeros de delegación en La Habana. Los hábiles negociadores son los comisionados de las Farc. En 2012 el Gobierno inició conversaciones secretas con los farianos, las que desembocaron en las negociaciones formales en Cuba, de lo cual va a ser tres años en noviembre, a pesar de que el presidente Santos estimaba su duración en “unos pocos meses”. Ya aquí empieza a verse la habilidad de las Farc que ganan con cada día que demoran discutiendo, tanto en notoriedad internacional, como en posicionamiento interno. En 2010 las Farc estaban en franco retroceso, habían tenido que volver a la manigua espesa y sus combatientes se habían reducido de 20.000 hombres a unos 7.000. No cabe duda de que fue esta la razón para aceptar discutir sobre un acuerdo de rendición decoroso que les evitara una humillante derrota.

El presidente Santos, desafortunadamente, demostró tantos deseos por lograr ese acuerdo, invirtió su prestigio en el éxito de las negociaciones que los hábiles negociadores de la contraparte, sin duda asesorados por los cubanos, han explotado y continúan haciéndolo, el ansia del Gobierno por concretar un acuerdo mientras obtienen continuas concesiones y nuestro Presidente se hunde en las arenas movedizas de unas negociaciones sin fin. Veremos que los cuatro meses de los que habló el Presidente no serán un plazo para un acuerdo, sino un término para determinar si las conversaciones van o no por buen camino, un lapso para que la opinión no se siga impacientando. En noviembre volveremos a estar “muy cerca de un acuerdo y nunca se había avanzado tanto en un proceso de paz”. Y conforme el tiempo pasa, los colombianos protestarán, el prestigio presidencial bajará más en las encuestas y mayores serán las adicionales concesiones.

En la práctica ya estamos en una tregua bilateral (¡unilateral de las Farc que la mantienen mientras no sean atacadas!) que se suponía sería al firmarse el acuerdo definitivo; enviar a los cabecillas a prisión sería venganza y no justicia contra “disidentes que no pueden ser derrotados” (Roy Barreras); si son condenados también deben serlo “ miles de miembros de la sociedad civil, empresarios, políticos, miembros de la rama judicial que de una u otra manera han sido también protagonistas de ese conflicto y que tienen muchas cuentas pendientes con la justicia” (Farc y César Gaviria). En fin, las Farc lograron ponerse en pie de igualdad con el Gobierno legítimo y de cabecillas criminales (ahora no se les puede llamar así) pasarán a ser distinguidos jefes políticos. Cómo vociferarían Iván Cepeda y Piedad Córdoba si se amnistiara a Mancuso, Jorge Cuarenta o Ramón Isaza para convertirlos en “honorables congresistas”. Sin embargo, los “honorables congresistas” serían ahora Timochenko, Granda y Calarcá.

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