Farc, hora de entregar menores

El país de la opinión, también el de las víctimas, además de un largo etcétera de instituciones y actores nacionales e internacionales, coinciden: no dilatar más la salida de niños de la guerrilla.

Cualquier argumento a estas alturas del proceso para justificar el retraso en la entrega de los menores combatientes, por parte de las Farc, resulta peregrino, rebuscado y, tal vez, cínico. Literalmente, es una muestra de desvergüenza “en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables”. Aunque la guerrilla justificó durante tantos años el reclutamiento de niños, igual que lo han hecho otros grupos armados ilegales, el imperativo es que se cumpla lo acordado con el Gobierno: devolver a los chicos, sin más excusas.

Desde el 15 de mayo de 2016 se conoció el documento mediante el cual las partes acordaron la salida de niños y adolescentes de las filas subversivas. Las Farc se comprometieron al retiro “de los menores de 15 años de los campamentos (…) tan pronto se acuerde el protocolo y el plan transitorio de acogida”.

Luego vinieron nuevas consideraciones, y se habló de la entrega prioritaria de aquellos de 15 años o menos, mientras que la de los de 16 y 17 años se daría con el grueso de las tropas en las zonas de concentración. Pero, el 10 de septiembre, apenas se cumplió el regreso de 13 adolescentes que fueron recibidos y valorados por el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), que luego los remitió al equipo de recepción liderado por la Unicef.

Ya la Consejería Presidencial para los Derechos Humanos confirmó que están afiliados a salud, siete de ellos estudiando y seis en proceso de ser inscritos en instituciones escolares.

Los últimos cuatro meses, los jefes negociadores de las Farc sostuvieron en diferentes entrevistas y redes que la devolución estaba en proceso, pero la realidad es cada vez más inapelable: los menores combatientes continúan con los frentes de las Farc, o, según fuentes consultadas por este diario, algunos fueron enviados a sus casas por las unidades guerrilleras, en el anonimato, con el fin de aminorar el numeroso reclutamiento de menores del que han sido responsables y el consecuente rechazo entre la opinión pública del país y del exterior.

En las últimas horas, como reacción a las dilaciones repetidas del grupo guerrillero, desde diferentes instancias del Gobierno Nacional, la sociedad civil y la prensa, emergió el reclamo unánime para que los niños y adolescentes dejen las armas, incluso en un pedido que se extendió al Eln, próximo a iniciar negociaciones con el Ejecutivo, en Quito.

“Es urgente que los niños estén en las escuelas jugando fútbol”, dijo el defensor del Pueblo,Carlos Negret. “La Fiscalía desde el año pasado les ha dicho a las Farc que deben devolver a los menores”, reiteró Néstor Humberto Martínez. “No han salido simplemente porque las Farc no han querido”, criticó el comisionado Sergio Jaramillo. “Deben salir de sus filas ya”, exigió el presidente Juan Manuel Santos.

Con la inacción evidente para acabar este delito, las Farc incumplen no solo un punto sensible y esencial de los acuerdos sino una normativa capital del derecho internacional de los derechos humanos, del derecho internacional humanitario, de la Convención sobre los Derechos del Niño, y de las doctrinas de la Corte Constitucional y las disposiciones de la ley colombiana.

Si las Farc decidieron reincorporarse a la civilidad y el sistema democrático deberían dar señales prontas, no solo de querer insertarse en la legalidad sino, sobre todo, de abolir prácticas como ésta, reprobadas por cualquier sociedad que protege a sus ciudadanos, y muy en especial a sus niños, muchos de los cuales, en este momento, aún portan uniformes y armas de las Farc..

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