Farc: los millones tentadores

Se preveía que en algunos frentes guerrilleros, emparentados con rentas millonarias de la minería ilegal, la extorsión y la coca hubiese disidencias. ¿Cuántos más se negarán a dejar las armas?

Hay zonas del país donde los frentes de las Farc manejan rentas clandestinas de proporciones millonarias. Los jefes de esa guerrilla lo niegan, pero la realidad muestra que están al frente de los socavones de la minería ilegal (de oro y coltán), de amplias extensiones de tierra dedicadas a los cultivos ilícitos y de extorsiones al comercio, la agroindustria y las multinacionales que explotan recursos naturales.

La disidencia que anunció a mediados de la semana pasada el frente 1 de las Farc es la constatación de lo permeadas que están las estructuras guerrilleras por recursos obtenidos a pico de fusil. No se trata solo de aceptar que modalidades delictivas como el narcotráfico y la minería criminal son el combustible de la guerra -base económica para comprar armas y otros recursos logísticos- sino que son ya un “estilo de vida” de un número considerable de subversivos que adoptan ademanes mafiosos, extravagantes: con cadenas de oro vistosas, mujeres llevadas a los campamentos desde las ciudades capitales y botellas de whisky y carros lujosos que distan de la imagen romántica de luchadores del pueblo austeros y harapientos.

Pero más allá de estos asuntos de descomposición socio-cultural de algunos “cuadros guerrilleros”, habrá que ver cuánto puede afectar el citado anuncio la cohesión y la obediencia de los frentes en la que se cree la recta final de las negociaciones en Cuba. ¿Habrá más mandos medios, abajo del Secretariado y del Estado Mayor Central de las Farc, pensando en desertar? ¿Si son tales el monolitismo y la unidad del grupo guerrillero? Los próximos meses, los que transcurran entre la firma del acuerdo final, la concentración en las veredas y el proceso de desarme y reinserción dictarán sentencia al respecto.

Es que en el entorno hay un contexto de dinámicas inquietantes: los cultivos ilícitos aumentaron el 39 %, según cifras recientes de la Oficina de ONU contra las Drogas y el Delito. Pero en Antioquia, por ejemplo, el incremento, entre 2013 y 2015, fue del 142 %. Algunos analistas creen que se trata de una estrategia de las Farc, que quieren afianzar su control político y social previo al cierre de la negociación y al inicio de planes de restitución que impactarán a una capa considerable de campesinos y comunidades.

Aunque es también un hecho que el mercado internacional de la droga amplió sus fronteras a Australia, China y el Norte de África, en un momento clave de revaluación del dólar y de crisis e inestabilidad de las economías latinoamericanas (Venezuela, Brasil, México y Colombia).

En un campo repoblado de cultivos ilícitos y con estructuras criminales de gran poder económico, crecen las filas de las bandas que custodian dicho circuito de ilegalidad y que pueden convertirse en “empleadoras” de los disidentes del proceso de las Farc: el “Clan del Golfo”, por ejemplo.

Era una realidad de los últimos 20 años la lumpenización de los frentes guerrilleros de mayor actividad en los territorios y corredores del narcotráfico y, en los últimos cinco años, de áreas de minería clandestina de oro y de coltán (indispensable en la producción de baterías de adminículos).

La tentación de ese espectro, con rentas multimillonarias (que los mandos de las Farc niegan), iba a producir este tipo de fenómenos. Habrá que esperar que esa opción del enriquecimiento ilícito no termine por minar considerablemente un proceso decisivo para el futuro de Colombia.

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