Fernando Londoño y Álvaro Uribe

"Son los doctrinantes de la defensa del Estado y de la sociedad contra los terroristas. Su cuota de sacrificio personal es inconmensurable."

Infiel a la norma de que un columnista responsable debe dejar libres las horas anteriores a la entrega de su texto al periódico, por si la coyuntura exige cambios, programé para ayer un vuelo madrugador.

Estando en Eldorado vi en EL TIEMPO un titular humilde y autocrítico:

'Nos hemos equivocado y habrá rectificaciones.' Eran palabras de Santos. ¡Qué bueno!, me dije, va a corregir el rumbo, regresará a la plataforma política que lo eligió. ¡Nada! ¡Correcciones no hubo! Como la vaca en el pantano, Santos se puso a 'chapaliar' y más se atolló.

Por eso tuve que cambiar a las volandas la columna. Había que escribir sobre el reportaje. No sobre el conjunto (que harta tela tiene para cortar), sino, por lo menos, sobre un punto, el homenaje que haremos mañana a Fernando Londoño. Resulta que Santos califica el evento como "juego y eco al terrorismo".

Uribe y Londoño son los doctrinantes de la defensa del Estado y de la sociedad contra los terroristas. Su cuota de sacrificio personal es inconmensurable. ¿Cómo, entonces, dicho homenaje podría ser tal "juego y eco"? No vale la pena replicar tamaño desatino. Pero sí es obligatorio ilustrar sobre lo que será fundamental en el homenaje: el llamado a la unidad nacional, sin distingos de ideología, contra los terroristas.

Santos fue elegido para mantener el rumbo de la Seguridad Democrática, pero, al primer timonazo, hizo un viraje en U y hoy vemos, con asombro, que Colombia navega a toda vela hacia el abismo en que estábamos en el 2002. ¿Qué indujo a Santos a calificar el homenaje como un evento terrorista? Creo que es su quimera de negociación, que lo impulsa a maltratar a quienes expresen dudas o escepticismo sobre la conveniencia de discutir temas políticos con 'Timochenko'.

El Manifiesto de unidad contra los terroristas es simple, indiscutible. Recoge la experiencia española, país en donde la unidad de la democracia, fuese cual fuese su color, aisló y excluyó a los terroristas del escenario político. Veamos algunas de las declaraciones:

"Los terroristas son el enemigo común de todas las sociedades.
'Terrorista' no es palabra abstracta. Los terroristas son personas concretas, miembros de organizaciones con nombre propio, que ejercen la fuerza criminal para imponer sus ideas (…).

No puede llamarnos a engaño que los terroristas propongan los temas sociales (…) como "las causas objetivas" que los obliga a ejercer la violencia. Los terroristas no son un síntoma de los males de la sociedad, son el mal en sí (…), no existen como consecuencia de que la sociedad tenga problemas, ellos son el principal problema de la sociedad (…).

Los terroristas no son de izquierda ni de derecha, ni obran por "propósitos altruistas". Sus ideas no son un programa político; son una despreciable excusa para justificar asesinatos, secuestros, tráfico de drogas y destrucción de bienes de la comunidad.

(…) Predicar una política de apaciguamiento (…) es evadir las obligaciones constitucionales que ordenan al Estado ejercer con firmeza el monopolio de la fuerza.

Los terroristas son delincuentes; no delincuentes políticos. El verdadero marco jurídico para la paz es el respeto de la Constitución.

(…) Por haber cometido crímenes, se autoexcluyeron del derecho a ser elegidos (…). Las décadas de "lucha" que reclaman (…) como "un patrimonio político que no se puede perder" son, al contrario, un pasivo, un agravante en su prontuario criminal.

Colombia ni quiere ni debe discutir con los terroristas un programa de reivindicaciones sociales. Con ellos no puede haber diálogo político, sino acuerdos de desmovilización (…).

Esa es la doctrina que Santos ha calificado como "juego y eco a los terroristas".

Artículo de José Obdulio Gaviria
Publicado en El Tiempo, 03/07/2012

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