Firmar la paz, ¿o la rendición?

El último capítulo de la telenovela de la paz se inició cuando las Farc afirmaron desde Cuba que: “la petición del cese bilateral del fuego no se debe considerar como un chantaje, sino como una oportunidad para acabar la guerra”.

E insistieron: “El recrudecimiento del conflicto armado en Colombia puede llevar al fin de las negociaciones en Cuba”. El presidente Santos respondió al respecto que: “Las instrucciones para la Fuerzas Armadas no han cambiado. El cese del fuego bilateral será discutido cuando llegue el momento adecuado”.

Pero el gobierno de Santos comenzó a contradecirse en favor del cese bilateral del fuego, por medio del senador Roy Leonardo Barreras, quien suele anticiparse a las locuras del presidente Santos, propuso una séptima papeleta para pedir el desarme, el cese bilateral del fuego y de las hostilidades. Otro vocero de tal demencia, el expresidente César Gaviria, planteó ‘facultades extraordinarias´ para que Santos saque adelante los diálogos de La Habana.

Finalmente, el vocero de las Farc, ‘Iván Márquez’ cerró este capítulo de la telenovela, el pasado 8 de junio, al anunciar que: “Recogiendo el espíritu del llamado de los garantes del proceso, Cuba y Noruega, y de los acompañantes del mismo, Venezuela y Chile, anunciamos nuestra disposición a ordenar un cese del fuego unilateral, a partir del 20 de julio, durante un mes”. El mismo día, bajo la mesa, le ordenará Santos a nuestras Fuerzas Armadas suspender los bombardeos y demás acciones militares.

El procurador, Alejandro Ordóñez, considera que “el cese afecta la integridad de la Fuerza Pública, es una locura, porque implica neutralizar las Fuerzas Militares y a estas no se les puede amarrar, ni desarmar”. Tiene toda la razón. Un cese real del fuego exige que las dos partes suspendan totalmente sus ataques mutuos. El cese de parte de las Fuerzas Armadas es ‘verificable’, en cambio, el cese del fuego de las Farc ‘no es verificable’, a menos que se concentren en unas cuantas zonas del país, con armas, si así lo desean, pero bajo la supervisión tanto nacional como internacional.

Las Farc -sin esta concentración- quedarían como dueñas del país, disfrazadas de bacrim o de ELN, seguramente suspenderán las voladuras de oleoductos y de torres de energía; pero continuarían atemorizando, desplazando campesinos, extorsionando, secuestrando, cobrando peajes en las carreteras, expulsando a la Policía de los municipios, en síntesis, delinquiendo y narcotraficando a sus anchas. Esta concesión implicaría la entrega total y definitiva del país a las Farc.

Algún astuto conductor de taxi me dijo: El presidente Santos, que es más ‘retorcido que un cigüeñal’, es el culpable de que casi todos los industriales, los comerciantes, los agricultores y los profesionales que movilizo a diario, desaprueben y temen que su gobierno, en lugar de firmar la paz, firme la rendición del país a las Farc.

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