Foto multas y doble moral

 

Estas inquietudes afloran al ver la repulsa y la inconformidad irracionales que viene generando la aplicación de fotomultas en varias ciudades del país. El asunto ya tenía antecedentes.

¿Será que si nadie nos ve cometer una infracción, ese quebrantamiento de la ley prescribe? ¿Si nadie nos pilla, si no quedan testigos, los daños morales y materiales desaparecen? ¿Hemos llegado al extremo de convencernos de que lo grave, en definitiva, no es trasgredir las normas sino que nos descubran?

En los últimos años se hizo costumbre divulgar a través de la Internet y la telefonía móvil, la ubicación de puestos de control de velocidad en las carreteras para que los conductores burlaran los radares. Igualmente, muchas personas optaron por adquirir un artilugio electrónico que se consigue en Internet por un promedio de 100 dólares, el cual detecta los radares de velocidad y emite un sonido de alerta.

 

Y no hay que olvidar que antaño los conductores solían hacerse un cambio de luces para delatar a guardas ocultos a la espera de infractores.

Pero, con las fotomultas, esas picardías han ganado en cinismo. Hasta personas de presumible solidez moral envían correos masivos o mensajes de Twitter a todos sus contactos, con la más completa información acerca de la ubicación de las cámaras y hasta con consejos para burlarlas; es decir, para seguir cometiendo infracciones pero evitando las multas.

Cómo será la laxitud moral que en un canal de televisión han mostrado, como gran novedad, un vehículo cuyo computador de a bordo anuncia en pantalla la ubicación de las cámaras de todas las ciudades de Colombia que han implementado las fotomultas.

Además, emite una alerta sonora cuando el conductor se acerca a una cámara a mayor velocidad de la permitida, convirtiéndose en un adelanto para burlar la ley en vez de serlo para evitar accidentes.

Y la resistencia de muchos que se dicen ciudadanos —y que se rasgan las vestiduras criticando los escándalos de corrupción— ha ido mucho más allá de alertar a sus conocidos, convirtiéndola en una verdadera cruzada hasta con tutelas de por medio.

Hay quienes alegan que las fotomultas son ilegales por la supuesta violación de, cuando menos, cuatro derechos fundamentales: el de la intimidad, el de la defensa y el debido proceso, el de la presunción de inocencia y el de la libre movilidad, y han difundido la falsa especie de que el pago puede evitarse interponiendo ese recurso. Por fortuna, hasta el día de hoy ningún juez les ha dado la razón.

No obstante, como el respeto por las normas y la ley no se gana por despotismo sino con sensatez, mesura y ponderación, es importante tener en cuenta algunas observaciones que se desprenden de las quejas de los ciudadanos, en el sentido de que deberían establecerse ciertos márgenes de error.

El velocímetro de un vehículo puede estar marcando por debajo de 60 Km/h mientras los detectores señalan que realmente se desplaza a 61 o 62, por lo que sería multado.

La posición de las autoridades de tránsito es que el conductor no debe andar en el tope de velocidad sino muy por debajo, lo que incrementa los problemas de movilidad. Por su parte, el conductor no puede estar mirando el indicador a cada momento pues ello se constituiría en un motivo de distracción y de posibles accidentes, así como no hacerlo provocaría estrés por temor a la sanción.

Por eso, un margen de error de 5 o 10 Km/h a partir del cual se multaría sin ningún derecho a pataleo, sería muy conveniente sobre todo para los buenos ciudadanos, esos que siempre están a favor de cumplir las normas y no de burlar la ley, y reduciría el rechazo a una medida de evidente beneficio para todos.

Saúl Hernández Bolívar

El Mundo, Agosto 15 de 2011

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