Frontera caliente

Durante las últimas dos décadas, Colombia ha denunciado la manera en que el Eln utiliza la frontera con Venezuela como plataforma para sus ataques contra nuestro país. Hoy, el vecino país ya no es solo refugio para el grupo terrorista, sino la sede de una alianza con la dictadura de Nicolás Maduro y los militares que lo apoyan, una verdadera amenaza internacional que debe ser enfrentada.

Lo de antes era una especie de protección que el entonces presidente Hugo Chávez le ofreció tanto al Eln como a las Farc. Ahora, y según informes de inteligencia y de organizaciones como Insight Crime, ese grupo se ha convertido en factor de poder de la tiranía, ampliando su radio de acción a doce estados de Venezuela y llegando a quince mil integrantes, según afirmó el director de FundaRedes, Ong venezolana, a un diario de Bogotá.

Su acción se extiende hasta controlar la delincuencia que explota la minería ilegal en la zona del Amazonas venezolano, mientras continúa operando las rutas del narcotráfico que se originan de manera principal en el Catatumbo, en alianza con el llamado cartel de los soles que involucra a militares chavistas. De otra parte, en las zonas donde hace presencia reparte las Clap, cajas de comida del régimen, repara escuelas y amenaza a los miembros de la oposición, marcando sus casas y dando a entender su estrecha vinculación con la dictadura.

Las denuncias que se han conocido reafirman que el Eln es otro factor de poder más en la estructura represiva del régimen chavista y ha utilizado esa posición para el reclutamiento de personal. Y lo más grave para Colombia es que se convirtió ya en la sede desde donde se maneja toda la actividad contra nuestro país, una especie de comando que cuenta con la protección y el respaldo de la dictadura.

Está claro entonces que la frontera con Venezuela ya no es sólo una extensa área de 2.219 kilómetros donde se registra el éxodo de venezolanos que huyen de la debacle en su país y generan una tragedia humanitaria que demanda la solidaridad mundial. Ahora es uno de los epicentros desde donde el Eln maneja la violencia, el delito y el terrorismo que afecta a Colombia, vuela oleoductos, secuestra colombianos que llevan al vecino país, mientras sus cabecillas insisten en plantear diálogos de paz y ofrecen treguas que no cumplen.

Y también es el refugio perfecto que impide la acción de la Fuerza Pública para perseguir a los autores de la violencia, porque son protegidos por la dictadura de Maduro, a la cual le presta sus servicios para sembrar el terror contra los venezolanos. Lo cual cambia la colaboración que debería existir entre las autoridades de ambos países por una amenaza real que encuentra la impunidad en Venezuela mientras comete todos los crímenes posibles contra la nación colombiana.

Además del drama humanitario que se está produciendo allí, y que afecta a millones de personas, ésa es la nueva realidad de una frontera en la cual se genera un conflicto que crece en proporciones alarmantes debido a la protección y la complicidad de la dictadura venezolana con el Eln. Es una realidad que Colombia y el mundo no pueden ignorar.

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