Grecia, al filo de la navaja

La salida de Grecia de su crítica situación económica y social no es fácil. En cualquier evento, permanecer o retirarse de la Eurozona, le esperan años difíciles de ajustes, sacrificios e incertidumbres.

Con la decisión del Primer Ministro de Grecia, Alexis Tsipras, de convocar a un referéndum para definir si el pueblo acepta o no la propuesta que fue sometida por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), han aumentado las especulaciones sobre la posibilidad de que el país salga definitivamente de la Eurozona, escenario conocido como Grexit.

Más aún, para muchos analistas y miembros de gobiernos europeos lo que en la práctica el referéndum define es la permanencia o no de Grecia en la Eurozona.

Los propios gobiernos de la Unión saben que la salida griega del euro es algo que no los beneficia pero al mismo tiempo reconocen que se debe poner freno a la cadena de incumplimientos del Gobierno heleno. A esto se le añaden las posiciones firmes de ciertos países, como Alemania, que no están dispuestos a hacer mayores concesiones.

Por su parte, otras naciones europeas, como España, que también han sido objeto de rescate de la Eurozona y que han sufrido el rigor de los ajustes exigidos, ven cómo las medidas adoptadas comienzan a mostrar resultados (mayor crecimiento y empleo), lo que les permite ver las cosas con más optimismo.

Frente a esta realidad, a Europa le queda muy difícil justificar una posición laxa con Grecia, a pesar de que este país vive toda una calamidad económica y social caracterizada por una aguda recesión y altos niveles de desempleo y pobreza.

Para mantenerse en la Eurozona, la nación helena deberá llegar a un acuerdo con sus acreedores y poner en práctica mayores ajustes económicos que agravarán la situación que viven millones de hogares.

Para evitar esto, dos Nobel de Economía, Paul Krugman y Joseph Stiglitz, se muestran acordes con la salida de Grecia del euro, pues mantener las cosas significa una “depresión casi sin fin”.

Para muchos hogares griegos que han soportado por varios años la difícil y agobiante situación, votar en contra de la propuesta de los acreedores podría significar su única tabla de salvación, pues probablemente piensan que tienen poco que perder.

Sin embargo, no es seguro que sean conscientes de que la concreción de la salida del euro también implica ajustes y costos que representan más sufrimientos para muchas personas. Sin embargo, como dice Stiglitz, de manera algo poética, tienen la posibilidad de “asir su destino en sus propias manos”.

La realidad es que las cosas en Grecia han llegado a tal punto que ninguna de las salidas es fácil y ambas significan mayores sacrificios e incertidumbres.

A esto hay que agregarle la inestabilidad política de Grecia y las dudas que se tienen sobre la capacidad del actual Gobierno de sacar adelante la decisión que se adopte.

El llamado al referéndum por parte del Primer Ministro Tsipras ha sido interpretado por algunos analistas como una salida política para no cargar con la responsabilidad de la decisión. Llegado el momento, él se limitará a decir que cumple con el mandato que le dio el pueblo.

Independiente del camino que finalmente se adopte, muy seguramente la denominada tragedia griega se mantendrá por un buen tiempo y el pueblo heleno continuará padeciendo los rigores de una situación económica y social agobiante. Para hacerla más llevadera, los griegos tendrán que recurrir a la sabiduría de sus antepasados, la cual hoy pareciera no ser parte de su cultura.

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