Hace 25 años hubo esperanza

Ha pasado ya una generación desde que 74 constituyentes comenzaron a elaborar una nueva Carta Política. Hace 25 años el país vivió un corto período de esperanza en un futuro mejor.

El próximo viernes, 5 de febrero, se cumplen 25 años del inicio de las sesiones formales de la Asamblea Nacional Constituyente. En ella, 74 delegatarios de todas las corrientes políticas e ideológicas iniciaron un período de cinco meses que dio como resultado la Constitución Política de 1991.

Hace un cuarto de siglo el país tenía motivos de esperanza con las perspectivas que se abrían con la constituyente, a pesar de que aún no se reponía de la criminal embestida de los carteles del narcotráfico y de la constante actividad armada de las guerrillas y de los grupos paramilitares.

A la constituyente se llegó por el hartazgo no sólo con la violencia, sino por la parálisis institucional y la falta de capacidad de los poderes públicos para asegurar la vida, honra y bienes de los colombianos.

Hubo, además, una movilización de los jóvenes que desde las universidades imaginaron escenarios de participación para sortear las dificultades que la entonces vigente Constitución de 1886, con sus reformas posteriores, como la de 1957, ponían a la posibilidad de cambiarla.

Queda en los anales de la memoria constitucional del país que la vía jurídica para la Asamblea Nacional Constituyente se abrió mediante un decreto de Estado de Sitio, es decir, arguyendo razones de restablecimiento del orden público; y que luego de una votación dividida en la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, se convalidó el decreto. Finalmente, en la votación popular del 5 de diciembre de 1990, la participación ciudadana fue baja (no llegó a los 3.750.000 votos, sobre un censo electoral para la época de 13.800.000 electores).

No obstante, las inevitables objeciones sobre la legitimidad del mandato del constituyente primario fueron dejadas de lado ante las ansias de abrir, a partir de allí, las puertas a nuevas formas de participación democrática y a las corrientes políticas que pujaban por entrar a las instituciones.

El 5 de febrero de 1991 se dieron cita los elegidos: 25 delegados del Partido Liberal; 19 de la Alianza M-19, guerrilla para entonces recién desmovilizada; 11 del Movimiento de Salvación Nacional liderado por Álvaro Gómez Hurtado (asesinado en 1995); 9 del Partido Conservador (oficialistas e independientes); y el resto por grupos cristianos, exguerrilleros e indígenas.

El presidente de la República, César Gaviria, al instalar las sesiones de la Asamblea, planteó tres grandes retos: “que los colombianos del futuro recuerden esta Asamblea de la cual surgió una Constitución que contribuyó a consolidar la paz, a comenzar un orden justo, y a fortalecer una democracia abierta a la participación de todos los colombianos”.

El último ha sido, quizás, el que más se ha acercado a las ilusiones de hace 25 años. En términos sociológicos, es el tiempo de una generación. La cual aún no ha vivido en paz, y no porque no haya puesto todo el empeño en hacerlo, y que tampoco conoce un orden justo.

En el editorial del 5 de febrero de 1991, EL COLOMBIANO abogaba por una reforma al Congreso, por la purificación del sistema político, la descentralización administrativa, la consolidación de la justicia y, ante todo, por la vigencia del derecho a la vida y la dignidad humana.

Hay que decir que los cinco meses en que sesionó la Constituyente el país tuvo motivos de ilusión y de confianza en su futuro. Muchos colombianos siguieron con genuino interés sus debates y deliberaciones. Los constituyentes cumplieron con gran empeño su labor. Que muchas de las normas que plasmaron no se hayan hecho realidad ya escapa a sus responsabilidades.

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