Hastío

Existe desde hace unos años un tufillo de hastío en el pueblo colombiano. Este disgusto se concentra básicamente en la política. Este desencanto tiene causas estructurales, pero lo ha acentuado intensamente ciertas causas coyunturales: la traición de Juan Manuel Santos al mandato popular, el regreso campante de la inseguridad debido al fortalecimiento de las Farc, la zozobra urbana por la delincuencia, la demagogia reinante, el encumbramiento de la mermelada, la inoperancia gubernamental, que se ve, por ejemplo, en el patético caso de Gramalote.

De este hastío de la política es que nace la inconformidad con el sistema político, que puede conducir a situaciones muy peligrosas, la antipolítica que termina en anomia, o la erección de sistemas antidemocráticos. A comienzos de este siglo se vivió una ola generalizada de hastío por la política en el continente, que llevó al surgimiento de “outsiders” en la política continental. Este fenómeno llevó al comunismo, conformado en el Foro de Sao Paulo a cambiar su cartilla de la insurgencia armada, por la de la toma del poder a través de las elecciones. Así se implantó el tal Socialismo del Siglo XXI, en Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua, El Salvador, Uruguay, Argentina, Brasil, Honduras y Paraguay, en estos dos últimos países, sus bravos pueblos lograron destronarlo del poder.

Colombia se salvó de caer en el Socialismo del Siglo XXI, porque tuvo también un “outsider”, pero de dirección ideológica antagónica: Álvaro Uribe Vélez. Éste transformó a Colombia de un país que se catalogaba como un Estado Fallido en una democracia estable y sólida, basada en sus políticas de Seguridad Democrática, confianza inversionista y armonía social.

Todo iba bien enrumbado pues el pueblo colombiano votó masivamente por la continuidad de sus políticas eligiendo a Juan Manuel Santos Presidente y una confortable mayoría de Parlamentarios de los Partidos de la U y Conservador. Pero todo se trastocó con  la trastada de Juan Manuel Santos de hacer una política diametralmente opuesta, estableciendo una mesa de diálogo con los narcoterroristas, en las que se ha acordado darles impunidad y elegibilidad; a la par de prácticamente cogobernar con esos criminales de lesa humanidad estableciendo un programa que va desde darles soberanía en gran parte del territorio nacional  a través de las ZRC, hasta planear una Constituyente, con miembros de las Farc elegidos a dedo y sin el consentimiento popular.

El hastío por esta situación se demuestra en las encuestas: más de tres cuartas partes de la población rechaza lo acordado entre el gobierno y los criminales de lesa humanidad de las Farc, casi un 60% de la población se califica propensa a votar en blanco, abstenerse o expresa indecisión, el Presidente Santos aún con una reciente recuperación mantiene la desaprobación de casi dos terceras partes del electorado y sólo un 29% votaría por él.

Esta situación conforma un cuadro fácil para que la democracia caiga presa de vías demagógicas que con promesas populistas instauren un sistema  antidemocrático como lo persigue el Foro de Sao Paulo, de hecho la reelección de Santos y de los tránsfugas de la U y Conservadores, junto al incremento en bancadas de los narcosamperistas que dominan el Partido Liberal, constituyen un primer paso en la entrega del poder al narcoterrorismo y a los criminales de lesa humanidad de las Farc.

De nuevo Colombia cuenta con la figura de Álvaro Uribe Vélez para impedir esta tragedia. Él advertido de  la inminencia de esta hecatombe, se bajó de la comodidad de ser Expresidente, para conformar  un movimiento político, el Centro Democrático y encabeza a un grupo de patriotas capaces y sin torcida, que pretenden llegar al Parlamento, para realizar una verdadera revolución democrática. Tenemos dos meses para convencer a los colombianos de transformar ese hastío expresado en intenciones de abstención y/o voto en blanco, en la elección de un Congreso casi que Constituyente, que  detendrá el plan del santosamperismo de entregarle el país al totalitarismo de los narcoterroristas. La madurez y cultura política de los colombianos nos hace ser optimistas frente a esta posibilidad.

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