¡Hay que revisar las regalías para ciencia!

Se han aprobado algunos buenos proyectos para las regiones y para el país, pero sería lamentable que fueran arrastrados y sepultados por una avalancha de improvisación y pobre administración.

Uno de los momentos más felices para la comunidad científica colombiana fue el anuncio de que se iba a dedicar el 10 por ciento de las regalías a proyectos de ciencia, tecnología e innovación. Era una aspiración de años para resolver la carencia crónica de financiamiento de un sector reconocido como propulsor del desarrollo.

Infortunadamente, los términos del acto legislativo y la posterior reglamentación enfriaron el entusiasmo. Este mes se cumplen tres años de la citada reforma de la Constitución, y ya hay suficiente información para promover una revisión de lo que ha pasado.

El sistema de regalías de ciencia se organizó en paralelo con el existente de ciencia y tecnología. Se creó un organismo directivo (Ocad), diferente del rector nacional de la ciencia, que es Colciencias. Ese organismo tiene tres votos: uno del Gobierno Nacional, otro del departamental y uno más de las universidades. Los proyectos en realidad son iniciativas que se ‘cocinan’ en la gobernación. No hay convocatorias abiertas o concursos de méritos. El proyecto solo puede ser presentado por la gobernación y requiere su aval previo de pertinencia (entendido como concordancia con el plan de corto término del gobernador).

Durante estos años, algunos de los temores que despertó esa organización, extraña a los estándares de la ciencia, se han hecho realidad. El 80 por ciento de los proyectos aprobados son administrados por los entes territoriales, que no tienen ninguna experiencia en ciencia. Se aprueba prácticamente todo lo que solicitan los gobernadores. Hay proyectos que han sido propuestos y luego retirados por irrelevantes (las dos cosas por la misma persona); en alguna ocasión, meses después de aprobado un proyecto, se solicitó su suspensión hasta que se “revisaran las prioridades en la gobernación” (la misma que había dado el aval). Las interventorías son contratadas por los gobernadores. El tímido aval técnico coordinado por Colciencias, la única intervención de científicos en el proceso de aprobación, ha generado el rechazo de los gobernadores, e, incluso, ya provocó una solicitud de la cabeza de la directora porque lo consideran un impedimento para la ejecución de los proyectos.

Más grave que lo anterior es la total ausencia de un hilo conductor o de una visión de largo término. Entre las comunicaciones del Ocad no hay el menor indicio de orientación. Así, se aprobaron, por ejemplo, dos centros y un gran proyecto para investigación de la panela en tres departamentos diferentes, y dos centros de investigación sobre café en el mismo departamento, y más.

Un problema adicional, y muy serio, es la definición extraordinariamente laxa que permite, de hecho, que cualquier propuesta sea considerada de ciencia, tecnología e innovación. Un proyecto que da becas para mejorar a maestros de escuela es importante, pero no es de investigación y no debía ser cargado a estos fondos. El análisis del impacto de una carretera debió haberse hecho antes del diseño y es parte del mismo, no una investigación. Llamarlo de “innovación social” no vuelve ciencia a un software para planeación y manejo financiero. El programa Ondas es un esfuerzo por interesar a los niños en la ciencia, pero no es de investigación, y hay 27, en distintos departamentos, por valor de casi 330.000 millones de pesos, mientras que apenas se han aprobado 15.000 millones en biotecnología y cero en ciencias básicas. Pocos de los proyectos aprobados serían aceptados como inversión en ciencia por los países de la Ocde.

No dudo de que se han aprobado algunos buenos proyectos para las regiones y para el país, pero sería lamentable que fueran arrastrados y sepultados por una avalancha de improvisación y pobre administración (para no suponer algo peor).

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