¡Hay que salvar la democracia!

Cada vez que se escuchan propuestas aisladas sobre instituciones, que por lo coyunturales han sido pasajeras en nuestra historia, es inevitable preguntarse si en Colombia se están dando todos los debates que la situación reclama a gritos.

Desafortunadamente, la respuesta es negativa.

Una explosiva combinación de ira, desinterés, apatía, indolencia y facilismo está determinando la visión que se tiene sobre el funcionamiento del sistema democrático.

A diferencia de lo que sucede en otras sociedades, aquí, en lugar de estimular las controversias de fondo, apenas se hace bulla. Muchos de los principales protagonistas se dedican a acuñar frases escandalosas porque creen que, de otra manera, no serán atractivas para los medios.

En el entre tanto, los efectos dañinos de esa actitud se siguen produciendo sin pausa.

– Los poderes continúan con niveles muy bajos de apoyo por parte de la opinión.

– Más del 60 por ciento de los ciudadanos se sitúa en el campo de los independientes para expresar su desencanto y rechazo a las organizaciones políticas existentes.

– Los constantes escándalos de corrupción indignan a la gente y le hacen perder legitimidad a las instituciones.

– La evolución de ciertas situaciones de coyuntura, como la del alcalde Petro, para mencionar una, parecen colocar al país en una carrera irrefrenable hacia la inseguridad jurídica.

– Y, aún desde lo más alto del poder, se tratan asuntos de mucho calado con liviandad inaceptable.

En Colombia, por ejemplo, el jefe del Estado dijo que valoraba que los terroristas dijeran que hacen terrorismo, y semejante afirmación no dio lugar a la polémica que debió haberse generado. A nadie le pareció importante colocar sobre la mesa de la discusión pública esa declaración del Presidente, mediante la cual valoró que las Farc hubieran hablado como si fueran la fuerza armada de un Estado que combate a otro Estado.

¡Vivir para ver! Ese es el país en el que vivimos hoy.

No obstante, alguien puede creer que, si seguimos como vamos, mañana se podrá continuar diciendo que siempre ha sido así o que en Colombia no pasa nada, tal y como lo proclaman tantos para salir del paso.

Cuidado, mucho cuidado con eso. Las movilizaciones que se están viendo en distintos continentes ponen en evidencia que hay un malestar social creciente. La democracia, tal como la hemos conocido tradicionalmente, no le está dando a la gente las respuestas que desea tener.

Por esa razón, ahora se busca edificar visiones más amplias para dejar atrás la ‘minoricracia’, o resistir el impacto del consumismo sobre el sistema.

En resumen, se sienten pasos de animal grande. Son tantas las evidencias, que está llegando la hora de iniciar una verdadera tarea de reconstrucción.

De lo contrario, a nadie le podría extrañar después de que eso suceda, pero en medio de un desorden dañino.

Para lograrlo, tenemos que hacer un gran esfuerzo con el fin de incorporar en la agenda pública otros temas de fondo.

¡Hay que salvar la democracia!

Share on facebook
Facebook
Share on google
Google+
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn

Buscar

Facebook

Ingresar