HICIMOS LO QUE HABÍA QUE HACER

Albert Camus fue un combatiente de la libertad. Memorables son sus escritos contra el terror y el sojuzgamiento nazi. A la liberación de París, compuso un canto al combate justo, a la lucha libertaria.

El uribismo, el Centro Democrático, ha anunciado su disposición a resistir a la claudicación santista frente a los terroristas de las Farc. No aceptamos la rendición que implica el acuerdo anunciado. Y en ese texto de Camus está la esencia de nuestro sentimiento, que es el de la mayoría de los colombianos. Lo dicen las encuestas, lo señalan las marchas del dos de abril, se palpa en las conversaciones casuales y cotidianas.

Como lo predicó Camus de la lucha parisina contra los nazis, a veces “hay que comprar la justicia con la sangre de los hombres”. La política de Seguridad Democrática” es una política de confrontación con los terroristas. No incluye ni la claudicación ni la conciliación con las Farc y el ELN para dejarles el camino libre en su propósito de esclavizar a la sociedad.

El paréntesis 2010-2018 no logrará que se perfeccione la claudicación santista y que se consolide el proceso de entronización política de las Farc y sus cómplices en  nuestra vida civil.

Como predicó Camus de su propia lucha contra el terrorismo nazi, nosotros, el uribismo y el pueblo, “conocemos demasiado esta lucha, estamos demasiado involucrados en ella, en cuerpo y alma, para aceptar sin amargura esta terrible condición”. Nosotros no somos de los que decimos que hay que pactar con el terrorismo, cueste lo que cueste. Nosotros sabemos todo lo que está en juego, como dijo Camus de su propia lucha, y no rehusamos el destino que debemos afrontar.

El terrorismo es el mismo siempre. Es atemporal y es universal. Camus reclamó que los hombres de Francia no querían matar y que entraron con las manos limpias en una guerra que no eligieron, la guerra contra los nazis. Sus razones para que empuñaran los fusiles y dispararan sin cesar, fueron inmensas. Así son las razones del Estado colombiano, de la sociedad colombiana, de los soldados y policías colombianos, para mantener y culminar triunfantes la guerra contra un reducto ínfimo de terroristas sádicos; enfatuados por obra de la cobardía de Santos.

Como las razones de los franceses, las de los colombianos tienen la “dimensión de la esperanza y la hondura de la rebelión. Son las razones del porvenir para un país al que se le ha querido mantener durante largo tiempo rumiando sombríamente su pasado”. Si, Colombia lucha hoy para poder hablar mañana.

En la lucha contra un terrorismo que solo dialoga si les garantiza su triunfo y la entronización de su injusticia, hay que mantener viva la idea de Camus: “por encima del dolor de los hombres, a pesar de a sangre y de la ira, a pesar de los muertos irremplazables, de las heridas injustas y de las balas ciegas, no hay que pronunciar palabras de dolor, sino palabras de esperanza, de una terrible esperanza de hombres a solas con su destino”.

Después de los infelices ochos años de la claudicación santista, diremos, como los parisinos, que concluye, por fin, una historia monstruosa y de una lucha indecible en la que Colombia se enfrentó con su vergüenza y su furor. La paz de nuestro corazón será decir, como dijo Camus, “hicimos lo que había que hacer”.

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