Ilusoria esperanza

Con un “proceso de paz” mal concebido y peor ejecutado, Colombia corre el riesgo mortal de caer bajo un régimen similar al venezolano. Esta situación, explicable en buena parte por la indiferencia de una opinión mal informada, sometida a incesante acoso mediático, adormilada por la exacerbación de lo deportivo, farandulero y morboso (comunes, desde luego, en el mundo globalizado de la tv y las redes sociales), se agrava dentro de las clases más favorecidas por la ilusoria esperanza de que aquí no va a pasar nada porque “el presidente es un hombre muy rico que no va a entregar el país al comunismo”.

Este sofisma, convertido en lugar común, ha hecho carrera porque es el único argumento que se esgrime para negarse a ver la realidad, para no prever, para no actuar, para no oponerse a las enormes fuerzas que, incansables y bien coordinadas, operan para ubicarnos en el lado del socialismo del siglo xxi, a pesar de los resultados que exhiben Cuba y Venezuela, precursores de lo único que puede esperarse del castro-chavismo, cuya punta de lanza son las Farc.

Desde luego, el comunismo no es el mismo en Norcorea y Cuba, improductivos y famélicos gulags, que en China, donde el partido ejerce ahora su dictadura al servicio de un exitoso capitalismo de Estado, capitaneado por una elite de multimillonarios que también ejercen el poder político.

El lector puede acceder fácilmente a Bloomberg, el principal y más confiable servicio de información financiera, económica y bursátil del mundo, con canales en tv, prensa e internet. Allí encontrará que los 70 miembros más ricos del Congreso Nacional del Pueblo, la instancia superior y legislativa del Partido Comunista Chino, tenían ya en marzo de 2012 activos netos por 89.8 billones de dólares, lo que indica un patrimonio promedio de US $ 1.282 millones para esos dignatarios, mientras el patrimonio promedio de los 660 principales ocupantes de los tres poderes en USA (país de creciente y lamentable desigualdad) ¡es “apenas” de US $ 7.5 millones!

No tienen, entonces, nada qué temer los millonarios que en América Latina entren a jugar a favor de la ascendente órbita del dragón chino. Au contraire…

Pues bien, el caos económico y social que viene con los castros y los maduros no lo sufrirán, desde luego, los políticos millonarios, sino el desventurado pueblo (al cual pertenecemos el amable lector y yo).

Lo más grave sería desconocer que los regímenes comunistas periféricos únicamente perduran anclados en esquemas imperiales, ayer la URSS y ahora la República Popular China. Para esta última, lo único que cuenta es el aprovechamiento de los recursos agrícolas y mineros de los países vasallos. Si América Latina ingresa en su órbita, no les inquietará que los gobiernos títeres practiquen un comunismo desueto, dogmático, represivo e improductivo, bien distinto del terrible pero dinámico y productivo del Dragón.

***

Denunciar la dictadura venezolana no puede ser actividad que atente contra nuestra seguridad nacional. Por eso, indigna la expulsión de los jóvenes Gabriel Vallés Sguerzi y Lorent Gómez Saléh (cuyo delito es pertenecer a la oposición), decidida por nuestro gobierno para agradar al de Maduro. Contrasta nuestra actitud sumisa con la del gobierno venezolano, protector de numerosos terroristas colombianos que gozan de su protección.

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