Impunidad, llaga supurante

La impunidad que los de las Farc pretenden obtener en las negociaciones de paz en La Habana y que el gobierno de Santos está por conceder será, en el futuro de Colombia, una llaga purulenta que impedirá que se cierren las profundas heridas causadas por esta maldita guerra perpetuada por narcoguerrilleros contra las instituciones democráticas, el Estado y el pueblo colombianos.

La impunidad trasciende en el tiempo y corrompe cualquier perdón, no permite sanar ni olvidar, trae sentimientos de injusticia y, como una daga en una herida abierta, aviva el dolor de las víctimas.

Esto es fácil de comprobar cuando estudiamos lo ocurrido con los acuerdos de ‘punto final’, ‘perdón y olvido’, o como se los quiera llamar, concedidos en Argentina, Chile y España.

En estos países se pretendió cerrar episodios de aterradora crueldad concediendo amnistía incondicional a aquellos que cometieron crímenes de lesa humanidad, asesinato, torturas, violaciones, en fin, toda clase de atrocidades, las mismas que hemos visto cometer a las Farc en Colombia.

En Argentina, por ejemplo, no habrá ‘punto final’ hasta que cada uno de los niños robados y dados en adopción, sin conocimiento o autorización de los padres, -la mayoría de los cuales fueron asesinados- sean encontrados y devueltos a sus abuelas.

En Chile, la misma presidenta del país, Michelle Bachelet, cuyo padre fue torturado y luego murió por causa de esa tortura, durante el gobierno de Pinochet, insiste en que, aun cuando ella ha perdonado, cada crimen, cada tortura, cada desaparición sea clarificada y castigada.

Y ni qué decir de España donde después de ocho décadas aún no se han logrado cerrar las heridas que la guerra civil dejó en unos y otros. Hoy todos quieren que se destape y se castigue hasta el último crimen.

Quienes pretendieron barrer lo ocurrido debajo de la alfombra, olvidar antes que castigar, aceptar lo inaceptable en aras de la paz, erraron. La impunidad corrompe todo pacto, toda amnistía. Las víctimas tarde o temprano demandarán castigo para los criminales, no importa su color político o sus motivos. El ser humano exige castigo para perdonar y olvidar.

No en vano ese castigo se prevé en la ley nacional e internacional. Con razón organizaciones como Human Right están alarmadas con lo que se ve venir en Colombia y su director no se cansa de advertir a los negociadores de La Habana contra la impunidad. Igual sucede con la fiscal de la Corte Penal Internacional (CPI), Fatou Bensouda, quien afirma: “(…) una condena que fuera severa o manifiestamente inadecuada a la luz de los crímenes y de la forma de participación de la persona acusada viciaría el carácter genuino del procedimiento nacional, aun en caso de que todas las fases anteriores genuinas del procedimiento hubiesen sido consideradas”.

No podemos aceptar la impunidad de los cabecillas de las Farc. Cómo mirar a la cara a los niños mutilados, las mujeres violadas, los pueblos destruidos, los secuestrados, los desplazados, los familiares de los desaparecidos. No nos engañemos, la impunidad será una herida supurante que no permitirá que la paz se afinque en Colombia.

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