Incentivos para el horror

Felipe Torres, ex comandante de ese grupo, advertía el viernes en radio: “Se viene una guerra en los territorios donde opera el Eln, también una guerra extendida a las ciudades en modalidad de cosas como carros bomba”. Los elenos tienen larga tradición de usar explosivos, pero nunca habían realizado un ataque de semejante magnitud.

Aunque sea obvio, no sobra repetirlo y no hay que equivocarse: el principal responsable, el culpable del ataque, es el Eln, demencial, frío, cruel, ejemplar exponente de la peor izquierda, la de la combinación de todas las formas de lucha y la del uso del terror para someter. Leninismo puro y duro. Pero, más allá del necesario rechazo al ataque y de las invitaciones a la unidad, es indispensable estudiar las condiciones que facilitaron el ataque para hacer las correcciones que permitan evitar otros.

Uno, los incentivos perversos para la violencia acordados en el acuerdo de Santos con las Farc. Por un lado, la impunidad pactada para crímenes como el de la Escuela. El Eln tiene la expectativa “razonable” de alcanzar al menos los mismos beneficios y privilegios que obtuvieron las Farc. Si los responsables del ataque contra el Nogal y Bojayá andan libres y son congresistas, ¿por qué no lo estaremos nosotros? Por el otro, la JEP, que hasta hoy no ha sido nada distinto que una feria de vanidades, contratos, permisos vacacionales y la barrera de protección que impide la extradición de Santrich y la comparecencia de jefes de las Farc que, como Márquez y el Paisa, siguen delinquiendo.  Dos, el Eln se ha fortalecido con cuadros de las Farc y con territorios que eran de esa guerrilla. Finalmente, se pactaron un conjunto de beneficios al narcotráfico que nos han dejado un mar de coca y millones de dólares que financian el terrorismo.

Tres, el debilitamiento sistemático de la Fuerza Pública en los últimos años, en particular de las tres fortalezas que fueron fundamentales para darles los más importantes golpes a los grupos ilegales: primero, la voluntad de lucha. Así como ocurrió con la sociedad civil, a los militares y policías les vendieron la idea que había terminado el conflicto armado, que habíamos alcanzado la paz. Como consecuencia, debilitaron su compromiso y se relajaron. Pero el conflicto está visto, está más vivo que nunca. Segundo, se fracturaron las estructuras de inteligencia militar y policial, fundamentales en obligar a las Farc a negociar. Tercero, se perdió capacidad aérea y helitransportada. Por último, se desmantelaron las redes de apoyo de información ciudadana, fundamentales en las guerras contrainsurgentes y en la lucha contra el terrorismo.

Cuatro, las disidencias de las Farc, los narcos puros y el Eln han encontrado refugio y apoyo en Venezuela. Sin ellos, su capacidad de acción sería muchísimo menor que la que hoy tienen.

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