Incertidumbre más que esperanza

"Los tradicionales meses de ilusión, cuando empieza cada cuatrienio, están lejos de insinuarse."

El día en que se cumple el rito de la posesión del Presidente, cada cuatro años en nuestro caso, para fortuna del sistema democrático, un ambiente de optimismo y esperanza, en general, se apodera del país.

Los agudos enfrentamientos de la campaña quedan atrás y cierto clima de solidaridad con el futuro de la nación inspira el espíritu de los colombianos.

Igual cosa sucede en los medios e idéntico sentimiento caracteriza el tono de los comentaristas y formadores de opinión.

Eso es lo que coloquialmente se ha bautizado como la luna de miel de los gobiernos.

En realidad, se hace una especie de acuerdo informal que busca darle un espacio a la nueva administración para que se organice, termine de hacer los principales nombramientos e inicie sus labores en un ambiente de santa paz política.

Dejemos que arranque, no entorpezcamos la tarea que apenas empieza, son algunas de las expresiones que se escuchan con mayor frecuencia en esa etapa.

Es tan común y aceptada la existencia de dicho estado de ánimo colectivo que, inclusive, se le pone un término.

Los 100 primeros días del período presidencial son el margen de confianza que se le concede al mandatario.

Después, claro está, llegan los dolorosos.

Empieza la controversia y la calma se transforma en debate público constante y muchas veces despiadado.

¿La posesión del Presidente Santos para un nuevo período presidencial será otro capítulo de esa vieja costumbre?

Parece que no.

Todo indica que los tradicionales meses iniciales de ilusión, cuando empieza cada cuatrienio, están lejos de insinuarse en el panorama inmediato.

Son varias las razones que explican que, en esta oportunidad, las cosas sean distintas.

De un lado, el Presidente Santos fue reelegido sin haber disfrutado a lo largo de su primer mandato de altos niveles de popularidad.

Por el contrario, muchos sondeos mostraron que la opinión pública castigaba, severamente, su tarea como gobernante.

Por otra parte, las primeras señales que emite, con la confirmación de algunos de sus ministros, no permiten concluir que se avecinan grandes transformaciones.

Y hay algo de mayor fondo.

Durante su campaña, la prioridad del Dr Santos consistió en plantearle a los colombianos la falsa alternativa entre la guerra y la paz.

Insistió en la inevitabilidad de conversar en medio del terrorismo y le dijo al país que la paz estaba cerca.

Pasadas las elecciones, hay más claridad en el sentido de que las opciones reales hacían referencia a dos maneras de ver la celebración de los diálogos.

De igual forma, la arremetida violenta de las farc está haciendo recordar nuestra historia.

Ella enseña que cuando se dialoga en medio de balas y bombas el apoyo se transforma en exigencia al gobierno de turno de que se pare de la mesa.

Y los hechos ponen en evidencia que la pregonada cercanía al escenario idílico de la convivencia era una proclama electoral, no una realidad.

Tan claro es lo anterior que, en una encuesta publicada ayer, dos días antes de la iniciación del nuevo mandato, el 61% de los entrevistados dijo que no cree en la voluntad de paz de las Farc, y el 50% manifestó su inconformidad con la manera como se conduce el proceso con ese grupo terrorista.

Por estas razones, el segundo tiempo del Presidente Santos empieza con más incertidumbre que esperanza.

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