Infamia

En la última edición de la revista Semana se encuentra un artículo que analiza las decisiones judiciales más relevantes para el año que comienza. Entre la lista se encuentra el juicio que la Corte Suprema de Justicia adelanta contra Luis Alfredo Ramos Botero.

En el Talmud se encuentra una escalofriante y aguda sentencia. Dice el sabio código judío: “desgraciada sea la generación cuyos jueces merecen ser juzgados”.

Aquella desdicha se ha extendido sobre nuestro país, causándole daño irreparable al Estado de Derecho. La justicia, de manera tenebrosa se ha convertido en un actor más de la política colombiana. Muchas son las investigaciones, acusaciones y condenas proferidas por el aparato jurisdiccional cuya motivación es única y exclusivamente política.

El ex gobernador y ex precandidato presidencial Ramos Botero es, sin duda ninguna, una de las más brillantes estrellas de la política uribista colombiana. Su talante de estadista, sumado a una envidiable capacidad administrativa, lo convertía en la persona idónea para disputarle la presidencia a Juan Manuel Santos.

Bastó con que anunciara su aspiración y un proceso absurdo que dormía el sueño de los Justos en algún anaquel de la suprema corte de nuestro país fue sospechosamente reactivado. De manera expedita la infausta Sala Penal emitió orden de captura para oír en indagatoria a quien había sido uno de los mejores gobernadores de Antioquia.

El proceso contra Luis Alfredo Ramos está fundamentado en testimonios contradictorios, muchos de ellos rebosantes de odio y sed de venganza pues para nadie es un secreto que los desmovilizados integrantes de las autodefensas, muchos de ellos extraditados, sienten un odio visceral contra el ex presidente Uribe y por extensión a quienes defendemos sus ideas políticas.

En el expediente no reposa una sola prueba o evidencia que indique así sea tangencialmente que el doctor Ramos es responsable de lo que se le acusa. Su delito fundamentalmente es el de ser uribista y el de haber puesto en jaque la reelección de Juan Manuel Santos.

Pasan los días y los meses. Luis Alfredo se consume en un ignominioso encierro. La orden era la de liquidarlo políticamente para que no tuviera oportunidad de participar en el proceso democrático del año pasado y los señores magistrados la cumplieron a cabalidad.

Su infame caso es una muestra más de cómo la justicia colombiana ha entrado en mala hora a desempeñar un macabro papel, convirtiéndose en herramienta de vindicta contra el oponente político de Juan Manuel Santos. Nuestros jueces, como indica el Talmud, tienen sobrados méritos para ser juzgados.

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