Ingenuidad perversa

Señor Hochschild, entienda que la ingenuidad de que usted hace gala no contribuye a que termine la guerra, sino a que se prolongue. Y eso es muy poco humanitario.

Fabrizio Hochschild, coordinador humanitario de la ONU para Colombia, ha sonado en estos días muy poco humanitario. El lunes se mostró “preocupado” por la condena que la justicia del pueblo nasa impuso a varios guerrilleros que asesinaron a dos integrantes de la Guardia Indígena de Toribío (Cauca). Días antes había eludido rechazar la cínica declaración de las Farc desde La Habana en que negaron que ese grupo haya cometido delitos de lesa humanidad.

El miércoles 5, guerrilleros del sexto frente de las Farc asesinaron a dos indígenas nasas que acababan de retirar una valla, en territorio de esa comunidad, en la que las Farc homenajeaban a ‘Alfonso Cano’, dado de baja por la Fuerza Pública hace tres años. En solo cuatro días, la Guardia Indígena capturó a seis guerrilleros, los juzgó y los condenó. A uno de ellos, como autor material del crimen, lo sentenció a 60 años de cárcel. A cuatro de sus cómplices, a 40 años cada uno. Y a dos menores de edad, ayudantes de los asesinos, a 20 latigazos cada uno. Todo acorde con la legislación especial indígena, que la ONU jamás había cuestionado.

Hochschild sonó más vehemente al cuestionar el juicio que tanta admiración produjo entre millones de colombianos, hartos de una justicia ordinaria que ni siquiera cojea, que en la condena de los homicidios. Su labor fue humanitaria para pedir protección de los derechos de los guerrilleros juzgados por los nasas, pero no para censurar, de la manera categórica que los hechos exigían, el vil asesinato cometido por las Farc.

¿Que la justicia indígena violó el debido proceso de los guerrilleros, como sugiere Hochschild? El ministro de Justicia, Yesid Reyes, un experto con excelentes credenciales en el campo del derecho humanitario, piensa diferente. “Hasta el momento todo parece indicar que el procedimiento fue válido y debe respetarse”, dijo el martes 11.

A principios de mes, desde La Habana, ‘Pablo Catatumbo’, uno de los jefes de las Farc, había declarado sin sonrojarse que en las acciones de ese grupo sus responsabilidades “no son en ningún caso por la comisión de crímenes de guerra o de lesa humanidad”. Si han muerto civiles –agregó–, ha sido por “situaciones imprevisibles” o “errores desafortunados”.

A Hochschild le preguntaron por eso y se mostró muy comprensivo con estos criminales, cuyas declaraciones pidió leer “con mucho cuidado”. Cuando los autores de la masacre de Bojayá o del club El Nogal, donde hubo toda la premeditación posible para el asesinato masivo de civiles, se burlan de manera tan descarada de la verdad y de las víctimas que causaron, las declaraciones deben ser leídas con cuidado, pero para condenarlas de manera enérgica.

Este burócrata de la ONU está atrapado en la ingenua percepción de que la mejor manera de hacer avanzar el proceso de paz es evitar a toda costa disgustar a los comandantes de las Farc. Que nada los vaya a molestar. Que nada los vaya a incomodar. No va y sea que se levanten de la mesa. Hochschild no entiende que, por el contrario, si llegaron a sentarse fue justamente porque, tras años de derrotas militares, habían dejado de estar cómodos en la guerra.

Ahora han vuelto a estar cómodos: en la mesa de La Habana, en el catamarán en el que se asolean y comen langosta en los mares del Caribe, bailando y tomando mojitos en la Bodeguita del Medio, pero también en las montañas de Colombia, donde, como sucede en la zona de Chaparral, en el Tolima, de donde la Fuerza Pública los había sacado, han vuelto a establecer retenes y a extorsionar. Si ‘Timochenko’ y sus secuaces se sienten cómodos, la mesa no avanza. No los ayude, entonces, señor Hochschild, a que se sientan cómodos. Entienda que la ingenuidad de que usted hace gala no contribuye a que termine la guerra, sino a que se prolongue. Y eso es muy poco humanitario.

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