Inmarcesible (II)

Parafraseando al Presidente en su discurso del 24 de marzo, podemos imaginarnos una alocución equivalente para el caso de las negociaciones con la subversión, ilusionados con que, viéndose en ella reflejado, perciba mejor su propia obra y su legado.

“Colombianos: como les venía diciendo, no podemos llegar al extremo de satanizar a nuestros compatriotas que se han alzado en armas ni descalificar sus pretensiones de cogobernar al país o reconfigurar a nuestras Fuerzas Militares que, por cierto, tarde o temprano tendrán que convertirse en un verdadero “Ejército del Pueblo” y en una herramienta efectiva de la liberación nacional.

En otras palabras, no podemos ni vamos a dar un salto al vacío. No permitiré que se pongan en peligro las instituciones que hemos construido y preservado con tanto esfuerzo, ni que se pretenda remplazar el Estado de Derecho por una especie de Estado de Opinión en el que prevalezca la versión del que más ruido haga, empezando por los enemigos de la paz que tanto desinforman y desorientan.

Enemigos que, a diario y sin descanso, cuestionan impunemente nuestro proyecto de dotar a los rebeldes de los instrumentos necesarios para que legitimen esa violencia que ejercen en los campos de Colombia y en virtud de la cual aplican, allá donde no se conoce la presencia del Estado, una genuina y ejemplar administración de justicia, tan distinta a la que hoy día vemos en las altas cortes.

Por eso, no debemos ver al insurgente como si fuese un jugador que, solo por portarse mal algunas veces, nos obligara a acabar con el equipo. No. A ese jugador se le saca una tarjeta roja pero, sin privarlo de la libertad, sin desmovilizarlo, sin concentrarlo en áreas geográficas especiales, ni desarmarlo, se le permite volver a jugar para que con su lucidez ayude a depurar la democracia.

En síntesis, el Estado colombiano tiene que aceptar que ha sido a lo largo de su historia el principal promotor de la violencia; restructuraremos nuestras Fuerzas Armadas para que se conviertan en un verdadero ejército popular de liberación; animaremos a los colombianos a que mediante una séptima papeleta refrenden unánimemente los acuerdos que estamos suscribiendo en Cuba, y convertiremos los temas pendientes y las salvedades del actual proceso en la plataforma con que debemos iniciar las deliberaciones de una Asamblea Nacional Constituyente destinada a devolverle al pueblo colombiano la dignidad con la que soñó nuestro Libertador Simón Bolívar”.

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