Irak y el huracán ISIS

La situación general en Irak se ha vuelto muy inestable y peligrosa.

A más de una década de iniciado el conflicto que llevaría a la caída de Saddam Hussein, no se ha logrado alcanzar ni la estabilidad política ansiada ni, mucho menos, el sueño democrático.

En el norte del país el fortalecimiento del fenómeno del ISIS (Islamic State of Iraq and Syria) constituye un problema neurálgico para la región, cuyas consecuencias serán gravísimas para su estabilidad.

El ISIS encarna la última evolución de la red Al Qaeda en Irak, cuyo origen es anterior a la invasión estadounidense de 2003. En aquel entonces se denominaba “Al Qaeda en Mesopotamia”. Su composición agrupa a los insurgentes sunníes que se opusieron a la invasión estadounidense y al derrocamiento del dictador iraquí, quien pertenecía a dicha tribu. Hasta 2006 las acciones militares de los secuaces de ISIS no tuvieron grandes consecuencias, siendo fácilmente controlados por el ejército iraquí. No obstante, nunca pudo éste completar su erradicación.

La guerra en Siria representó una oportunidad de oro para el ISIS, en su estrategia de contraatacar y perseguir su objetivo de crear un Estado islámico. Recordemos que las bases yihadistas fueron fortaleciéndose incrementalmente en Siria con el debilitamiento de su presidente Bashar al-Assad, a raíz de la guerra civil que se inició en marzo de 2011.

Los extremistas del ISIS han logrado avanzar hasta llegar muy cerca de Bagdad, controlando una zona que abarca gran parte de los dos países.

Específicamente, dicha zona se extiende, en el norte, desde Mosul (Irak) hasta las afueras de Alepo (Siria), y, en el sur, por Rutba (Irak) hasta las afueras de Dayr az Zor (Siria). ISIS ha nombrado a su líder Abu Bakr al-Baghdadi como Califa.

Esta nueva entidad cultural y territorial no puede ser considerada un Califato -aunque sus fundadores así lo pretendan-, visto que una de las principales características de un Califa es que sea reconocido como el jefe de todos los musulmanes por toda la comunidad islámica, algo que Abu Bakr al-Baghdadi no ostenta. Dicho fenómeno del ISIS abarca, por los momentos,  exclusivamente un ámbito regional, que no aglutina en lo más mínimo al extenso y variado universo de los seguidores del Islam.

No obstante, sería un grave error considerarlo sólo como un movimiento simbólico, sin darle la importancia que merece. Ante la rápida desintegración del ejército regular iraquí,  ISIS posee una fuerza militar e influencia para expandirse rápidamente.

El Califato ISIS perturba por completo no sólo los límites territoriales de los Estados, sino inclusive los equilibrios geopolíticos. Hasta ahora, estábamos acostumbrados a ver guerras civiles contenidas dentro de las fronteras estatales. Tales son los casos de Siria, en donde las facciones pro-Occidente e islámica pugnan aún por el poder, e Irak, en donde sunníes, shiítas, kurdos y otras tribus hacen lo mismo. Sendos procesos de inestabilidad han permitido una internacionalización del avance yihadistas para la realización del Califato.

La retirada total y apresurada de Obama, en 2011, dejó a Irak en un vacío institucional y con un debilitamiento militar que las fuerzas centrífugas internas y externas del yihad supieron inmediatamente aprovechar.

Ya en el año 2004, en un artículo publicado en la columna Análisis//Energía de El Universal, se mostraron los peligros que corría ese país por su atomización y disgregación política y cultural. Si nos abstraemos de toda moral, entendemos que Hussein mantuvo la estabilidad dentro de los límites de Irak y fue, por mucho tiempo, un excelente aliado de los EE. UU. Tan grave se dibujaba el panorama en dicho país, tras el derrocamiento de aquél, que se llegó a pensar en una pequeña posibilidad de regresar a un ordenamiento político monárquico, que pudiese cohesionar las diferentes facciones alrededor de la Corona de Sharif Alí Bin Al-Hussein. La administración Bush, en aquel momento, optó y forzó por una democratización del país, con consecuencias fatales.Un Califato sirio-iraquí es potencialmente más peligroso que la experiencia de los talibanes en Afganistán, puesto que ese país servía de alojamiento para Al Qaeda; en el caso del ISIS, Al Qaeda controla directamente todos los hilos del poder.

En su avance, los militantes del ISIS tienen como próximo objetivo la ciudad de Traybil, en la frontera con Jordania, y varios pueblos en el Kurdistán iraquí. La intención es restaurar el primer Califato Omeya (661 – 750 d. C.), que se instauró en esta región antes de la dominación otomana y de los mongoles.

Los ataques aéreos del ejército estadounidense en contra de las fuerzas del ISIS, autorizados días atrás por la administración Obama, son tardíos y prometen muy poco. En toda guerra -como también en aquella contra los terroristas islámicos-, el triunfo se obtiene en operaciones por tierra a través de la infantería.

Además, a raíz de los fracasos de sus ilustres predecesores, el ISIS ha concentrado su estrategia en apoderarse de la mayor cantidad de riquezas posible a medida que avanza en su conquista, con el fin de financiar la guerra. Sus milicias son las que poseen el control directo de los territorios y de sus bienes.

El éxodo masivo de los cristianos, facilita la ocupación y el control; la crueldad hacia los cristianos tiene como finalidad “limpiar” étnicamente los nuevos territorios, con el fin de poderlos dominar mucho más fácilmente.

Por lo pronto, sólo el tiempo disipará las dudas y arrojará los resultados de la intervención de la aviación militar estadounidense para frenar el avance del proyecto del Califato.

El Estado Islámico hubiera podido ser detenido más fácilmente meses atrás, mas las características de la administración Obama son harto conocidas por su “gelatinosa” actuación.

Seguramente será la diplomacia de los Estados Unidos la encargada de tejer y reforzar sus mallas, para poder confiar en los reinos y emiratos sunníes aliados (Arabia Saudita, Qatar, Kuwait, Jordania) que temen, al igual que todos los regímenes moderados de la región, el avance subversivo del ISIS.

Nuevamente estamos frente a una política de Soft Power, por parte de los EE. UU., para el abordaje de un problema cuyas consecuencias son impredecibles.

Para aquellos entendidos que guardan una pizca de pudor y honestidad intelectual, ¡basta de llamarlos Imperio!

Share on facebook
Facebook
Share on google
Google+
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn

Buscar

Facebook

Ingresar