Isagén y la ilusión del buen gobierno

¿Por qué si son tan rentables las vías 4G tenemos que vender Isagén para con ese dinero brindar créditos ultrablandos a los constructores de las mismas?

Contra el sentimiento de la mayoría de colombianos y las voces de protesta de múltiples sectores políticos, el gobierno ha decidido seguir adelante con la venta de su participación en Isagén. Duele que el anuncio de la subasta se haya hecho con premeditación una vez terminaron las sesiones del Congreso para eludir el control político y cuando el país se encontraba en ‘modo tutaina’ para acallar el debate público.

Lo cierto es que vender a Isagén es un error histórico del cual se lamentará el país entero. En un sector público donde se ven a diario capturas clientelistas de las instituciones, corrupción, derroche y desgreño administrativo, Isagén ha brillado como una joya de la corona. La empresa ha sido certificada como un ejemplo de transparencia en el sector de servicios públicos, ha sido líder en prácticas de buen gobierno corporativo y cuenta con certificaciones de mejores prácticas internacionales en materia ambiental.

También es lamentable que se venda un actor protagónico en un sector estratégico. Isagén es la segunda generadora del país, y según expertos la demanda de energía crecerá anualmente por encima del promedio latinoamericano durante las próximas dos décadas, convirtiendo a la empresa en una pieza central de la expansión del sector. Además, hay que reconocer que por las dificultades sociales y ambientales son cada vez menos las empresas privadas dispuestas a adelantar grandes proyectos hidroeléctricos, como los que ha liderado Isagén con Hidrosogamoso.

Seguir adelante con la venta de Isagén es legitimar grandes errores que generarán detrimento patrimonial a la Nación. En la valoración se desconoció el patrimonio ambiental de la empresa, representado en los miles de hectáreas de bosques primarios y espejos de agua que hoy pueden generar ingresos en los mercados de captura y reducción de emisiones de gases efecto invernadero. Además, se desconoció el valor de las decenas de estudios que la empresa ha adelantado sobre el potencial energético del país, analizando las zonas ideales para proyectos geotérmicos, eólicos e hidroeléctricos. En cualquier valoración seria ese capital intangible de propiedad intelectual no puede ser ignorado.

Pero lo más triste de la historia es que Isagén es una empresa rentable que le transfiere importantes recursos a la Nación, y que en los próximos años, con la entrada en vigencia de los nuevos proyectos, su aporte al gobierno por la vía de repartición de utilidades superará los 250.000 millones de pesos anuales.

Hoy para justificar la venta de esta importante empresa se nos ha planteado que los recursos que obtenga la Nación serán para financiar vías 4G a través de la Financiera de Desarrollo Nacional –FDN–. También se nos ha dicho que se trata de reemplazar un activo por otro, teniendo las carreteras una mejor rentabilidad.

Esa aproximación es un sofisma porque con las utilidades de Isagén la Nación podría capitalizar a la misma financiera y esta, a su vez, pagar un crédito a organismos multilaterales en menos de 15 años por el monto requerido y en condiciones favorables. Además, ¿por qué si son tan rentables las vías 4G tenemos que vender Isagén para con ese dinero brindar créditos ultrablandos a los constructores de las mismas? O ¿por qué cuando tuvimos los grandes ingresos petroleros entre los años 2010 y 2014 a nadie se le ocurrió dotar de capital financiero suficiente a la FDN teniendo en cuenta la alta rentabilidad que hoy se nos cacarea?

Ante un sector eléctrico vulnerable frente a los fenómenos de El Niño -que cada vez serán más intensos- donde hay concentración, barreras de acceso a nuevos competidores e incidencia en la creación de precios, Isagén con su control estatal tiene mayor valor para la seguridad energética nacional. Además, su control sobre miles de millones de metros cúbicos de agua es valioso para la gestión de los recursos hídricos.

No hay duda de que en el discurso para justificar la venta de esta joya se nos esconde la verdad. Isagén probablemente será utilizada como un cajero automático para enfrentar un hueco fiscal en un año donde el déficit del gobierno central se acerca a los 32 billones de pesos, contando con que la Dian conseguirá más de 4 billones en sus acciones de supervisión e inspección, lo cual en 2016 se ve poco realista.

Nadie puede desconocer que los gobiernos deben tener la capacidad de vender activos improductivos o poco estratégicos con la debida supervisión política, pero vender a Isagén con su aporte económico, social y ambiental en contra de la evidencia y de la mayoría del Congreso es un error imperdonable.

El actual gobierno llegó promoviendo excelencia en la gestión pública y la urna de cristal. Su actitud frente a Isagén muestra que el discurso del buen gobierno no es más que una ilusión y que la urna de cristal en lugar de contribuir a la transparencia, es una burbuja blindada que tiene aislada a la Casa de Nariño del sentimiento de los colombianos.

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