Israel y el nuevo antisemitismo

Con la ciega embestida al Estado judío, que no críticas legítimas al gobierno de Israel, surge espontáneamente el vaso comunicante con ataques a las comunidades judías.

Larga es la lista de hechos antisemitas a lo largo y ancho del planeta en los últimos días, a raíz de los acontecimientos en la Franja de Gaza. Por vía de ejemplo, en nuestro país un pasajero judío que cubría su cabeza con el tradicional capale fue asaltado en el interior de un avión comercial. En buena hora el agresor fue bajado del vuelo por la aerolínea Avianca. En Francia estalló una ‘mininoche de los cristales rotos’, donde, además de sinagogas y escuelas judías incendiadas, fueron atacados negocios y almacenes de judíos, algo que no se veía en París desde el caso Dreyfus. En Alemania, manifestantes exigieron el regreso de ‘Birkenau’ para retomar la “solución final”.

El alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, se ha dedicado a trinar incesantemente contra Israel, en ocasiones acompañando sus trinos de fotos falsas. Los comentarios de sus seguidores destilan odio, llamados a boicotear empresas cuyos propietarios son judíos colombianos o “a echar a los judíos del país”, demonización de líderes de la comunidad, acusaciones de doble lealtad, y un largo etcétera. ¿Qué se necesitará para que de las agresiones verbales se pase a la violencia física?

La utilización de símbolos nazis, asociándolos a Israel, frases tales como “los judíos hacen con los palestinos lo que los nazis hicieron con ellos” contrastan con otro tipo de expresiones, esta vez negando el Holocausto: “Los judíos inventaron el Holocausto para robarles la tierra a los palestinos”. Agresiones verbales como estas son consideradas por decenas de países como formas actuales de antisemitismo e incitación al odio.

Así son las desenfrenadas pasiones que genera el conflicto palestino-israelí, no comparables con ningún otro acontecimiento que ocurre en el planeta, además del desmedido cubrimiento mediático, explosión en las redes sociales y protestas callejeras. La razón de esta histeria colectiva es solo una: el hecho de que Israel es el Estado judío, es el “judío colectivo”. Con la ciega embestida al Estado judío, que no críticas legítimas al gobierno de Israel, surge espontáneamente el vaso comunicante con ataques a las comunidades judías. El viejo antisemitismo y el nuevo se unen. Del “judenrein” al “judenstatrein”.

No es solidaridad con el pueblo palestino, pues dónde han estado los que ahora se rasgan las vestiduras cuando, a manos del ejército sirio o libanés, centenares de palestinos han sido masacrados.

No importan los hechos, no importa que Israel esté enfrentando organizaciones que como Hamás y Hezbolá están comprometidas con su destrucción, que usan a la población como escudos humanos y a las víctimas como herramienta propagandística, no importa que Israel haga ingentes esfuerzos por evitar las víctimas civiles en una compleja guerra asimétrica que nunca buscó. A Israel es el único Estado que se le niega el derecho a la legítima defensa.

La histeria colectiva llega también a organismos como el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, que apenas comenzó la operación ‘Margen protector’ ya había nombrado una “comisión de investigación” por los “crímenes de guerra de Israel”, una diligencia que no se le conoce en ningún caso de gravísimas violaciones a los derechos humanos por parte de otros Estados.

En la cumbre de Mercosur en Caracas los presidentes, con la honrosa excepción de Horacio Cartés, de Paraguay, emitieron un comunicado condenando a Israel, iniciativa de Nicolás Maduro, quien llama “su amigo” al presidente sirio, Bashar al Assad, con sus 200.000 muertos a cuestas, 15.000 de ellos niños.

¿Y si las víctimas de la guerra fueran niños judíos habría semejante movilización e “indignación” internacional?

Prefiero no saber la respuesta.

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