J’ACCUSE

"Aquí se montó un novelón para opacar el naufragio de la reelección."

J’accuse es el título de una reciente película de Peter Greenaway. En ella el director nos invita a hacer una observación atenta al cuadro La ronda nocturna de Rembrandt y revelarnos en ella que el pintor construye toda una obra teatral, con los cuarenta y dos personajes que aparecen retratados ahí, para denunciar un asesinato. Recientemente me encontraba cavilando sobre el motivo que llevó a la ruina a Rembrandt luego de alcanzar el éxito y la fortuna, hasta llegar al extremo de verse obligado a mutilar su obra maestra del periodo final de su vida, La conspiración de Claudius Civilis, para poder venderla y con lo que recibiera atender sus necesidades más elementales -la obra había sido rechazada por la burocracia de la alcaldía de Ámsterdam-, y en esta película encontré la respuesta: el hecho de que Rembrandt se atreviese a denunciar a prestantes miembros de la sociedad holandesa acusándolos de haber cometido un crimen, no acarrearía para él y su familia sino graves consecuencias.

Esa acusación hecha con material indeleble y quedar impresa en una obra maestra, impidió que cayera en el olvido y la total impunidad a lo que nos han acostumbrado una justicia al servicio de la peor política y de la que sufrimos sus injusticias continuas en gran parte del mundo y muy especialmente en nuestro país.

La ronda nocturna está considerada, junto a La Última Cena y La Mona Lisa de Leonardo y el techo de la Capilla Sixtina de Miguel Ángel, como las pinturas más importantes de la historia del arte. Las cuatro han sido motivo de estudios muy profundos por los mensajes que se pueden revelar luego de una atenta observación. De La Última Cena todavía nos ocupamos gracias al Código Da Vinci de Dan Brown, de la Capilla Sixtina tenemos la novela La conjura Sixtina escrita por Philipp Vandenberg, de La Mona Lisa se descubren continuamente misterios en múltiples escritos y documentales y de La ronda nocturna hay mucha tela por cortar empezando por el costado izquierdo que fue recortado haciendo desaparecer a dos de los personajes implicados en la trama del crimen.

Que un artista acuse a través de su obra despierta un interés particular. El caso más impactante fue el de la carta abierta sobre el caso Dreyfus que escribió el escritor francés, Émile Zola, al presidente de Francia, Félix Faure, y que fue publicada por el diario L’Aurore en París el 13 de enero de 1898. Esa carta la considero una obra maestra que, como toda obra maestra, va mucho más allá de lo que ofrecen la mayoría de las obras de arte. Su título, J’accuse, se ha hecho memorable y es al que justamente rinde homenaje Greenaway con su película.

J’accuse es una muestra no sólo de maestría sino también de valentía y sus efectos fueron de tal magnitud que se puede decir que Francia no fue la misma después de que Zola enfrentara al corrupto sistema que llevó a la cárcel injustamente al capitán Alfred Dreyfus como víctima de un escándalo de espionaje y del antisemitismo que estaba latente en la Europa de finales del siglo XIX.

Todo este episodio cobra plena actualidad con los recientes sucesos que han despertado el interés de los medios y que ha servido para el amarillismo que tan buenas utilidades generan a los medios al dirigirse a una audiencia adicta a los escándalos.

Aquí, como en el caso Dreyfus, se montó un novelón con fondo de espionaje al estilo de la guerra fría, para opacar y desviar la atención del naufragio de la inmensa pero mal construida y ya corroída nave de la reelección -cargada de dineros públicos, de políticos corruptos, de medios de información prostituidos por el dinero indebidamente apropiado por el gobierno asaltando las arcas del Estado, de engaños, de evadir el debate público, de asesores con un historial escabroso y de muchas otras cosas que la hicieron tan pesada que no tenía otro destino que el naufragio-.

¿Cómo será el veredicto de la historia a lo que se está tramando en nuestro país en donde, con toda clase de maquinaciones, se pretende doblegar a todo un pueblo en la mezcla peligrosísima de la política coligada a la justicia?

J’accuse de Zolá y La ronda nocturna de Rembrandt perdurarán y, aunque lo que se denuncia ahí no es de actualidad, serán motivo de estudio y de observación atenta durante siglos. La justicia, al hacerse cómplice de la política rastrera, pretende que sus actos sean fácilmente olvidados pero con el ejemplo de estas dos obras de arte vemos que es posible alcanzar una verdadera justicia cuando no permitimos que el olvido, el gran aliado de la impunidad, arrase con toda evidencia y toda prueba.

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