Juego diabólico

Una tregua bilateral convertirá a Colombia en un inmenso Caguán y ralentizará aún más la negociación.

Hace unos días, el portal de CNN en español preguntó si deberían suspenderse los diálogos de paz. El resultado fue lapidario: el 90,1 por ciento (7.595 votos) respondió que esa farsa debía terminarse, un porcentaje mayor que el que se muestra en contra de ese proceso en las encuestas de las empresas especializadas.

A lo mejor es que los amigos de la paz no tienen internet; o no pudieron votar por estar en Cuba, el paraíso que aún apoya a nuestros terroristas, aunque Obama no quiera verlo; porque terrorismo es lo que hacen aunque el Consejo de Estado también se haga el ciego. O, simplemente, no prestan atención a propaganda imperialista; otro sería el cantar si el sondeo lo hace Telesur.

El hecho es que, como dice ‘Timo’, hay una campaña de desprestigio que intenta dar al traste con el proceso y ya tiene convencidos a nueve de cada diez colombianos. Pero los perpetradores de esa campaña no son otros que los criminales de las Farc, que con sus acciones minan la poca credibilidad de ese sainete, y el Gobierno mismo, que a cada paso demuestra que no es digno de la confianza de los colombianos. La favorabilidad del 27 por ciento (Datexco) lo dice todo.

Lo de la semana pasada podría ser la ‘tapa’, pero con Santos no se sabe, hay que esperar cosas peores. El guerrillero ‘Carlos Lozada’ salió a extorsionar al Presidente –cosa en la que le sobra experiencia– con la amenaza de revelar la carta que Santos les envió para iniciar los diálogos, en donde manifiesta que en la plataforma programática de las Farc no encuentra nada que no pueda ser negociado.

Es decir, como cualquier 'culipronto', Santos desechó desde un comienzo las llamadas líneas rojas y accedió a jugarse hasta la camisa –nuestra camisa– a cambio de un papel que no vale nada, lo que confirma que ‘Juampa’ está refundando la patria con una horda de criminales cuya plataforma no es otra cosa que esa visión obcecada sobre el sistema económico, social y político que debe instaurarse. Eso es lo que se está negociando.

Por fortuna, cada vez son más los que abren los ojos; cincuenta millones de personas no pueden caer en el chantaje de una camarilla de asesinos que tratan de meter miedo amenazando con pararse de la mesa. Gobierno y guerrilla son siameses que dependen de ese tanque de oxígeno para sobrevivir. Y si se acaba, no pasa nada. Las Fuerzas Armadas dieron de baja a 41 guerrilleros en un santiamén, incluyendo un par de negociadores que estuvieron en Cuba. ¿Los fletaron con un chip para el rastreo de las bombas inteligentes? Si yo fuera uno de ellos, no traería ni un habano.

Lo cierto es que Santos tiene mejores cartas para forzar a sus contertulios a deponer sus delirios marxistas: regresar al monte es esperar una muerte segura. Por eso, no es fácil comprender por qué acepta todas las exigencias de las Farc como si fuera él –y el país– quien está en desventaja y no ellas. Tal vez el problema es que la infección está adentro.

Para la muestra, un empresario que decía que la negociación era la única forma de “conservar algo”, un Fiscal (de)formado por la Juco y un adalid de la moral que es un ‘farcpolítico’ inmoral…

Bien dice Juan Carlos Pinzón que “la paz no puede ser un camino para que los violentos alcancen el poder”, pero, como si se tratara de un amañado jueguito de ‘Charlie Charlie’, se le dice ‘sí’ a todo lo que las Farc demandan. Ahora vamos hacia el cese bilateral y la constituyente de las Farc: hasta los países garantes, Suecia y Cuba –el que ha patrocinado a las Farc durante 50 años–, piden acordar la tregua bilateral que convertirá a Colombia en un inmenso Caguán y ralentizará aún más la negociación. Ese es el ‘Juampa Juampa’; sin duda, un juego perverso.

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