La cátedra de la paz

Para afianzar “la paz”, según los buenos deseos de ciudadanos sanos, se viene hablando en los círculos educativos de sensibilizar la niñez y la juventud en ese campo tan indispensable para la civilidad y la democracia. El contenido de ese programa debe ser debatido con los padres de familia, la comunidad civil, los educadores privados y oficiales y los medios de comunicación. No se puede confiar en la ambigüedad e ignorancia del Ministerio de Educación.

El gobierno de Juan Manuel Santos pactó con las Farc-Ep, “la cátedra de la paz” con la intención del expresidente de apoderarse de un proceso fallido en gran parte, pero que lo recoja la historia como una victoria personal. El objetivo de la guerrilla, por su lado, es montar una línea curricular que lleve el condimento de la historia guerrillera vencedora y la filosofía “revisionista” del nuevo socialismo. Para lo primero, Santos ordenó editar siete tomos de discursos, documentos y fotografías en una edición de miles de ejemplares (se comenta que son 50 mil cajas por siete tomos cada una) a distribuir en todas las bibliotecas escolares, municipales y universitarias para coronarse de gloria.

Para lo segundo, o sea, para narrar la odisea de las Farc-Ep y de su lucha por la libertad proletaria, la liberación del imperialismo y la instalación de la igualdad, “la cátedra de la paz” tiene el instrumento más eficaz en el sindicato de maestros que agrupa desde los rectores hasta el más humilde y lejano profesor de gramática castellana: Fecode.- No se crea que todo maestro es social-fariano o petro-chavista. Los hay demócratas e independientes, pero agobiados por la nomenclatura y la burocracia gremialista, que los atemoriza y expulsa del debate.

“La cátedra por la paz”, vista desde los intereses políticos del santismo ectópico y del socialismo utópico, es un elemento ideológico perturbador y disociador en una sociedad que aún no ha terminado con la violencia guerrillera y narcótica, ni ha logrado derrotar la anarquía ideológica del mamertismo criollo, empotrado en los centros educativos privados, oficiales y religiosos. Cómo estaremos cuando en un medio televisivo un ilustre científico, el Dr. Rodolfo Llinás, confiesa que votó por Petro.

Esa cátedra de paz santo-fariana debe tornarse en una cátedra de la convivencia, la tolerancia y de conducta ciudadana. Es más: cátedra de la democracia, en boca de los maestros demócratas, con un discurso liberal (no del partido liberal que se perdió en sus viajes a La Habana y antes a Moscú, creyéndose el cuento gaitanista y serpista), con una praxis de honestidad intelectual y administrativa. Como diría Ortega y Gasset: volver a las tierras colonizadas por el odio y la violencia y de nuevo sembrarlas de convivencia, brindando con vino blanco o chocolate oscuro. No lo escribió, pero lo pensó.

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