¿La eficacia de Uribe o la quimera de Santos?

"Las diferencias entre Uribe y Santos respecto a la seguridad son antagónicas."

Afirma Daniel Samper Pizano: José Obdulio suele "exagerar y agrandar la influencia de las Farc". ¿No será que él suele minimizar la peligrosidad de las Farc? ¿Piensa, acaso, como su excandidato presidencial, Carlos Gaviria, que si las Farc matan es "para que otros vivan mejor"?

Dice Samper que mi intención es "convencer al país de que el gobierno de Santos es débil con los violentos". Es débil porque abandonó las definiciones de la política de Seguridad Democrática, y con ello debilitó al Estado, principalmente a sus Fuerzas Armadas. La doctrina de Uribe es que Colombia enfrenta una amenaza terrorista; Santos cree tener al frente una "oposición armada". Sí, señor Samper. Esa diferencia es sustancial. Las bandas terroristas son el primer y principal problema de Colombia. No son un partido político en armas cuasi inofensivo, como creo que Santos y usted piensan.

No es casualidad que Santos gobierne con las 'oenegés' que se reúnen en el colectivo 'Colombia, ¡Nunca más!'. Ellos fueron un baluarte opositor a Uribe. En el manifiesto del colectivo se lee que el Estado es "un actor violento", sumamente abusivo, particularmente sus fuerzas armadas. A las Farc y al Eln los tratan como grupos que protagonizan "un levantamiento en armas (…) que reclaman cambios fundamentales en las estructuras económicas, sociales y políticas (…)". ¿Semejante tratamiento conceptual no debilita la acción gubernamental?

Tales 'oenegeros' aparecen hoy como los nuevos mejores amigos de Santos (no pretenden desplazar a Chávez; simplemente lo complementan).

Ellos le preparan (¡con qué costos!) manifestaciones 'agraristas' en las zonas en donde unos altruistas 'grupos armados' pretenden tener la base social para desarrollar su política de tierras y víctimas (en el gobierno de Santos asignan a las Farc un "liderazgo en las luchas campesinas por la tierra").

Ahí, estimado don Daniel, está el quid del asunto. Santos, que fue elegido por la corriente política de la Seguridad Democrática, la abandonó y se pasó a la contraria. Eso, que en política llaman triangulación, para otros, menos sofisticados, se llama traición.
Pero no importa. No nos pongamos con gazmoñerías que la cosa es seria y en ello va la vida de muchos y la suerte entera de la patria (concepto que también abandonó Santos, para no sonar 'políticamente incorrecto').

Nueve millones de colombianos votamos por la doctrina de la Seguridad Democrática. Si elegimos presidente a Santos era para continuar ejerciendo con firmeza la autoridad y orientar la acción de las fuerzas armadas para derrotar al terrorismo. A eso, en cambio, el colectivo ¡Nunca más! lo llama "tratamiento militar para exterminar la rebelión".

Santos ha adherido a la tesis contraria, la de sus nuevos mejores amigos: "tratamiento político negociado para buscar soluciones a los reclamos justos".

Daniel Samper dice que me "conviene dar la sensación de que solo sirve (mi) estrategia, que no hay que buscar la paz sino aplastar al enemigo, que todo lo que se aparte de (mi) filosofía es perder la guerra". Yo pregunto: ¿qué nos enseña la experiencia?
¿Acaso no rigió durante décadas la conciliación con el terrorismo, detrás de un quimérico (según el DRAE, aquello que se propone a la imaginación como posible o verdadero, no siéndolo) proceso de negociación?

¿Qué enseña la experiencia? Creímos ver con Uribe una luz al final del túnel y abandonar su política es lo que está haciendo sentir a la gente insegura. Las diferencias entre Uribe y Santos respecto a la seguridad son antagónicas.

El estudio cuasi oficial 'Lineamientos para una paz negociada', firmado por Iván Orozco, lo demuestra. Lo estudiaré con ustedes la próxima semana.

Artículo de José Obdulio Gaviria
Publicado en El Tiempo, 27/03/2012 

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