Antieditorial: La falsa paz de Santos

¿Acaso no que firmado el acuerdo con  las Farc este sufrido país sería una sucursal del paraíso? Se evidencia en esta antesala electoral que el que cree que entregó el país al peor grupo terrorista de izquierda en la historia nacional supuso que el pueblo haría lo mismo. Pues se equivocó, porque el pueblo sin escoltas ni carros blindados no olvida tan fácilmente, porque ha sufrido la ignominia proveniente de quienes ahora se creen víctimas porque les explotan las llantas de la camioneta que los transporta, olvidando que ellos explotaron con tiros de gracia la cabeza a miles de campesinos y militares que combatieron su asesino proceder.

Asimismo sucede con el sector contrario, que según informaciones de prensa interpreta el pensamiento de derecha, cuyos grupos armados también infligieron crueles torturas y asesinatos a quienes no comulgaban con sus mismas ideas.

Históricamente se conoce que las imposiciones amañadas entre los órganos de poder de un país a sus conciudadanos conducen a situaciones de desahogo social tales como manifestaciones e improperios verbales contra esos indignos representantes de una u otra tendencia, que, luego de evadir impunemente las condenas que se merecen, aparecen como los salvadores del país que destruyeron durante más de cinco décadas.

En estas situaciones, el Gobierno sí está presto a defender esas “inocentes y mansas palomas”, pero fueron incapaces de hacerlo cuando asolaban poblaciones enteras, violaban mujeres y reclutaban niños para obligarlos a entregar sus vidas en defensa de una obsoleta ideología.

Si realmente quieren una reintegración a la vida social del país, tienen que someterse a las vivencias que soportamos millones de colombianos y también al cumplimiento de la normatividad establecida, pues sería ilógico que para el grueso del común existieran unas reglas y para los mancilladores otras más ventajosas. Es intolerable que a cualquier ciudadano se le pueda pedir que muestre sus documentos y a los exguerrilleros no, porque es una afrenta, un sabotaje a sus tenebrosas campañas proselitistas.

Ahora, volviendo a la tan cacareada paz, podemos decir que acá lo único que cambió fue que las Fuerzas Armadas y las Farc dejaran de matarse entre ellas, pero para el pueblo colombiano en general nada ha cambiado: la misma corrupción oficial campeando, campesinos asesinados si reclaman sus tierras, gente muriendo sin atención en la puerta de los hospitales, desempleo galopante, así las cifras del DANE digan lo contrario, el peor sistema educativo de Latinoamérica, inseguridad camuflada por las autoridades detrás de la rebuscada “percepción”, feminicidios diarios, violaciones y asesinatos de menores, etc., y lo peor es que el Gobierno va a tener que entregarse de rodillas al Eln para que impongan sus exigencias, copiadas del nefasto Acuerdo con las Farc, mientras que los congresistas miran para otro lado buscando engañar a un pueblo que no es capaz de reflexionar en que su dolorosa situación y pobreza es originada por “sus representantes”. Tenemos en nuestro voto a conciencia la posibilidad de cambiarlos a todos. A votar bien.

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