La Fuerza Pública

La cúpula militar tiene precisos deberes para la defensa y protección de la sociedad. La ley, el honor y el acatamiento a la autoridad civil son su norte. No ceder al desaliento debe ser prioritario.

Al anunciar el reajuste en la cúpula militar, que al final no constituyó el remezón que algunos anunciaban, el presidente Juan Manuel Santos citó la frase obligada en estos casos: se trata de cambios normales en una organización jerárquica y piramidal como las Fuerzas Armadas.

Con el nombramiento del nuevo titular civil en el Ministerio de Defensa era apenas previsible el cambio en la cabeza de las respectivas fuerzas. Incluso, no es descartable que en los próximos meses se produzcan más relevos, una vez el ministro Luis Carlos Villegas haya calibrado la capacidad no solo ejecutiva y militar de los altos oficiales, sino su acople con las consignas de este complejo proceso en el cual, por un lado, se persigue afanosamente la paz negociada con la guerrilla y, por el otro, se declara que el poder público sigue ejerciendo, por lo menos en el discurso, sus competencias constitucionales en materia de protección a la vida de los colombianos desarmados.

Fueron ratificados, por el momento, el comandante de las Fuerzas Militares, general Juan Pablo Rodríguez; el director de la Policía Nacional, general Rodolfo Palomino; y el Jefe del Estado Mayor Conjunto, almirante Henry Blain. De ellos, es el general Palomino el más conocido por los colombianos y el de mejor imagen pública (57 % favorable, en la más reciente Gallup Poll). El actual director de la Policía inspira confianza, tan necesaria en momentos en que al interior de su institución se requieren controles eficaces y fortaleza moral, pues la larga mano de la infiltración corrupta es, junto con la criminalidad misma proveniente de mil flancos, el principal reto de la institución. El general no puede ignorar que si bien la imagen positiva de la Policía es hoy del 54 %, la de las Fuerzas Militares es muy superior: 77% (Gallup Poll 107, junio/2015).

Y buena noticia es, también, la llegada a la comandancia del Ejército Nacional del general Alberto José Mejía Ferrero, militar de impecable trayectoria y con una hoja de servicios difícil de superar. Entre otros cargos de alta responsabilidad fue comandante de la IV Brigada del Ejército en Medellín, plaza donde se han curtido destacados oficiales que han tenido que lidiar con las más complejas situaciones de orden público en nuestra región. Puede ser el líder que contrarreste la desmoralización, la incertidumbre y la falta de incentivos entre las tropas, en ocasiones tan huérfanas de acompañamiento.

También es relevante el cambio en la comandancia de la Fuerza Aérea. Esta respetable institución ha tenido un rol sobresaliente en la estrategia militar que, cuando ha habido firmeza y voluntad política de ejecutarla, ha producido importantes victorias sobre el accionar guerrillero y narcotraficante. Como comandante llega el mayor general del Aire Carlos Bueno Vargas, actual Jefe de Operaciones Aéreas. Es decir, puede ser el hombre indicado para el momento indicado.

No es fácil, nunca lo ha sido y menos en Colombia, ser miembro de las instituciones armadas. Precisamente por representar la legitimidad estatal y tener la potestad de portar las armas de la República, están vinculados con mayor exigencia a los deberes derivados no solo del honor militar y policial, sino a los deberes legales de acatamiento a la autoridad civil, y de cumplimiento a las leyes nacionales e instrumentos internacionales en materia de derechos humanos. Sobre sus hombros pesa la difícil balanza de asegurar el orden y la vigencia de la ley sin incurrir en desafueros ni abusos de autoridad. La cúpula que ahora se conforma ofrece razonables motivos de credibilidad. En ella depositamos todos los colombianos la responsabilidad de nuestra defensa y protección, no incompatibles con una búsqueda digna de la paz.

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