La fuga del balsero Nicolás…

Su balsa no sabe sortear el ímpetu de las olas. La crisis profunda es la espada que pende sobre su cabeza.

Nicolás Maduro destruyó al país y busca ponerse a salvo. El océano de sus contradicciones hace que su barcaza se agite. Su soledad política es similar a los imaginarios fantasmas medievales de escudos de hierro. Solo frente al desiderátum de un futuro sin destino. Un mar que irrumpe con violencia castiga su debilitado salvavidas; son apenas escuetos troncos de ideas a punto de venirse a pique. Van quedando sumergidos los sueños de alcanzar la orilla del progreso, le resultó grande el reto de comandar un país.

Ya Cuba no será la misma posibilidad de contar con un seguro para cuando todo acabe. China está muy lejos y los demás lo ven como un estrafalario personaje de historietas bufas; un mediocre hombrecillo de puntiagudas orejas rojas y cerebro carcomido por la vacuidad. La noche se asoma en la profundidad del infinito azul. Su balsa no sabe sortear el ímpetu de las olas. La crisis profunda es la espada que pende sobre su cabeza.

Para el comunismo cubano siempre ha sido incómodo sostener al chavismo en el poder. Son descerebrados que no tienen la menor idea de cómo manejar las situaciones. Siempre Fidel o Raúl para indicarles la estrategia a seguir. El papel de títeres con dinero los bosqueja con precisión.

Ya no hay respiro para su alma. No hay reposo para sus mortificados huesos. Quien maneja sus hilos de fantoche descolorido optó por buscar seguridad en brazos del imperio norteamericano, tan satanizado como anhelado por un régimen condenado a morirse irremisiblemente. Fue tremendo saber que su mejor aliado estaba tratando con su peor enemigo. Que jamás le contó algo de esas negociaciones, solo volvió a terminar como un tonto útil al que le sustraen el dinero con una palmadita.

Así hicieron con Hugo Chávez, al que manipularon hasta con su enfermedad. La habilidad de aquel que solo privilegia el negocio por encima de la relación personal. El primer mandatario fallecido los divertía con sus cuentos; historias imaginarias de guerras fantásticas en donde moría el gran imperio con cianuro. Hoy, su interlocutor antillano escoge vivir al regazo de aquel del cual Chávez denostaba. Ahora Barack Obama es más querido que el olvidado hombre de Sabaneta. En las calles de Cuba flamea la bandera norteamericana. En el fondo de su alma siempre quisieron volver al redil del imperio.

El proceso revolucionario venezolano se muere. No solo es el menguado recuerdo de su líder histórico que fenece entre las confusiones de sus herederos; es que ninguno de sus amigos quiere páretela con aquellos que se convirtieron en despiadados primates ideológicos.

Su muro de Berlín espiritual rueda entre piedras de hambre y delincuencia. Un proceso corrupto que dilapidó el futuro del país jugando a convertirse en adalides del universo. Huida sin rumbo cierto. Se cierran las opciones para quienes eligieron volver al primitivismo. Mientras el totalitarismo fue rechazado por casi todo el planeta, la revolución bolivariana se abrazó con su cadáver, es justamente allí en donde construyó su desgracia.

La balsa se bambolea buscando refugio en el abismo. Grandes nubarrones desenvainan las espadas del ejército del relámpago; océano de confusiones para quien se creyó el cuento. Nicolás Maduro se lleva las manos a la cabeza. Su gigantesca incapacidad nos conduce al desastre…

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