La Habana, contrarreloj

Más que una concesión generosa, el cese del fuego planteado por las Farc es una trampa.

No sé si ‘Timochenko’ y sus compinches lo saben, pero la paciencia de la opinión se está agotando por el lento avance de la mesa de La Habana y la incredulidad en sus resultados efectivos. Según el Gallup Poll de este mes, 52 por ciento de los encuestados cree que no habrá acuerdo y 82 por ciento rechaza que los guerrilleros que dejen las armas puedan participar en política sin pagar cárcel. Ambas cifras van en alza. Para Cifras y Conceptos, solo 38 por ciento de la opinión apoya el proceso, un indicador que viene cayendo mes a mes.

Los encuestadores con quienes hablé coinciden en que esa pérdida de respaldo puede alcanzar, entre marzo y mayo, niveles tan bajos que para el Gobierno resulte imposible seguir adelante después de esas fechas, sin haber alcanzado un acuerdo final. La mesa enfrenta una carrera contra el reloj: si en 100 o máximo 150 días no hay firma, las posibilidades de sostener el proceso serán casi nulas.

Pero sobre las cabezas de los comandantes de las Farc penden otras espadas, relacionadas con los dos refugios que les quedan en esta región del mundo. Uno es Venezuela, donde el régimen chavista les ha garantizado una lujosa protección, con whisky y hoteles de cinco estrellas, entre otros beneficios. Con el derrumbe de los precios del petróleo, el colapso de la economía venezolana es cuestión de semanas. La incertidumbre sobre el futuro de Nicolás Maduro crece a diario, y con ella crecen también las inseguridades de las Farc.

En cuanto a Cuba –el otro refugio, con catamarán y langosta incluidos–, el audaz paso dado por Raúl Castro y Barack Obama hacia la normalización de sus relaciones se explica en buena medida porque los líderes cubanos saben que el grifo del petróleo barato de Venezuela puede quedar cerrado un día de estos, las ayudas ofrecidas por Vladimir Putin quizás no aterricen debido a que Rusia misma –también dependiente del petróleo– va camino de la quiebra y, en esas circunstancias, el único que puede darle una manito a la maltrecha economía de la isla es –qué ironía– el Gobierno de los Estados Unidos.

Una manito que, por ahora, solo les ha exigido a cambio la liberación de un empresario y de un espía gringos. Pero más adelante, quién sabe. ¿Qué tal que, si se rompe la mesa de negociación con el gobierno de Santos, Washington les exija a los Castro no brindar más protección a los comandantes de las Farc? Hoy en día suena increíble, como increíble resultaba hace poco imaginar el anuncio hecho el miércoles en simultánea por Castro y Obama.

‘Timochenko’ y compañía deberían cobrar conciencia de lo que les corre pierna arriba. Cuando el mismo miércoles de la noticia del acercamiento entre Cuba y EE. UU. anunciaron el cese del fuego por tiempo indefinido, pensé que lo estaban entendiendo. Pero al leer la letra menuda comprendí que, muy en su estilo, las Farc ofrecían lo que Santos llamó, con tino, una rosa “con el tallo lleno de espinas”.

Ordenan a sus frentes cesar el fuego y las hostilidades como el secuestro, la extorsión y demás, por tiempo indefinido. Pero advierten que si la Fuerza Pública los ataca, ese cese acabará, lo que implica, en la práctica, que le están imponiendo al Gobierno un cese del fuego bilateral. ¿Por qué Santos no lo puede aceptar? Porque sabe que los ceses bilaterales del fuego siempre los han aprovechado las Farc para tomar aire y fortalecerse.

Más que una concesión generosa, el cese del fuego planteado por las Farc es una trampa. Si siguen jugando a las trampas, la mesa de La Habana no avanzará. Y si no avanza, terminará por saltar en pedazos por cualquier hecho de guerra y el explicable agotamiento de la paciencia de los colombianos. El Gobierno está obligado a presionarlas para alcanzar pronto un acuerdo definitivo. Y las Farc deben entender, de una vez por todas, que el tiempo se les acaba.

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