La historia los absolvió

En los albores de la revolución cubana de 1959, Fidel Castro pronunció consigna que se convertiría en coro de puño en alto por toda América Latina: ¡Cuba sí, yanquis no! Partió así en dos jirones irreconciliables la vida política e incluso doméstica del continente. La segunda mitad del XX quedó sumida en bipolaridad colérica.

En 1965 el poeta chileno Nicanor Parra fue invitado por el gobierno revolucionario a La Habana, a dictar seminario sobre su llamada antipoesía. Desde su perspectiva opuesta al dulzor de Neruda, intentó en vano sacudir a los poetas cubanos, sumidos en estéticas decimonónicas.

Un lustro después Parra, quien también es matemático y físico, y ha sido traducido por el célebre poeta norteamericano William Carlos Williams, parodió el eslogan de Fidel espolvoreándole sal y pimienta: “¡Cuba sí, yanquis también! ¨No se puede estar con Dios y con el diablo”, respondieron sulfurosos los cubanos. Él insistió: “La izquierda y la derecha unidas, jamás serán vencidas”.

No valió que Nicanor fuera hermano mayor de la gran Violeta Parra y tío de los combativos cantores Isabel y Ángel, creadores de la legendaria Peña de los Parra. Cayó en desgracia ante el socialismo, nunca volvió a Cuba. Pero siguió viviendo, escribiendo y ganando premios como el Cervantes. El pasado septiembre cumplió cien años, recibió en su casa visita de la presidenta Bachelet.

En mayo de 2010, cuarenta años después de la herejía de Parra, Silvio Rodríguez, el unicornio azul de la isla, soltó la siguiente granada en entrevista al periódico ´El Nuevo día´, de Puerto Rico: “A más de una audiencia he sorprendido diciéndole cuánto me gustaría gritar ¡Cuba sí, yanquis también!”.

Pues bien, hace una semana el presidente Obama cometió el acto poético de darles razón al antipoeta y al cantor. Los hermanos Castro ratificaron la apostasía. A todos la historia los absolvió. Las tres Américas y el mundo acogieron el anuncio como la noticia más importante del continente en medio siglo. Pase lo que pase con las restantes minucias legislativas, el aire de esta Navidad es otro aire que no huele a muertos.

Lo vislumbró primero la poesía, lo quiso proclamar en seguida el canto. Lo pidió la gente, hastiada de dogmatismos. A continuación la realidad no tuvo más remedio que plegarse. En esta noche buena vienen bien dos brindis, con whisky de Kentucky y ron.

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