La indemnización de Yesid Ramírez

La noticia es esta: el Tribunal Administrativo de Cundinamarca condenó a la Nación a pagarle 300 millones de pesos a un exmagistrado de la Corte Suprema de Justicia por los seguimientos ilegales que se ordenaron por el gobierno de entonces y que – dice el Tribunal – estaban encaminados a desprestigiar al protagonista de esta historia.

Se trata de Yesid Ramírez Bastidas, quien llegó a ocupar la presidencia del máximo órgano de la jurisdicción ordinaria. La historia se remonta al año 2007 cuando los medios de comunicación revelaron las relaciones de varios magistrados con dos oscuros personajes que rondaban las altas cortes.

Agentes del DAS fueron enviados a verificar facturas y reconstruir historias que comprometían al mafioso Giorgio Sale y al ‘lobista’ Asencio Reyes con varios togados, entre ellos Ramírez Bastidas. Y ahí estuvo el pecado por el que la Nación resultó condenada. El DAS no debía estar practicando esos seguimientos, según el Tribunal, que también reprocha la manera en que la información obtenida en esas pesquisas fue a parar a los medios de comunicación.

Aunque no se probó ninguna interceptación telefónica, lo que había detrás, según la sentencia judicial, era un gran plan de desprestigio en contra de la Rama Judicial promovido por miembros de la administración Uribe Vélez.

Ni tanto que queme al santo ni tan poco que no lo alumbre. Obviamente que cualquier procedimiento por fuera de la ley debe ser castigado, pero eso no quita que los colombianos recordemos que al magistrado Ramírez Bastidas un mafioso le regaló un reloj y un particular cuestionado le organizaba homenajes y fiestas. El desprestigio no corre, así, por cuenta del Estado sino por culpa del mismo magistrado que se metió campantemente con indeseables.

La justicia que investigó con tanto ahínco las faltas del DAS para terminar en la condena de la que ahora les hablo, ha debido hacer lo mismo para establecer hasta dónde llegaban las relaciones del exmagistrado con esos malos personajes. La historia, de vez en cuando, merece ser contada completa.

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