La independencia judicial

Es peligroso e inconveniente reformar las instituciones democráticas de un país, obedeciendo a las coyunturas y las crisis del momento. La estabilidad institucional es fundamental para crear un ambiente de confianza hacia el interior y hacia el exterior. Por ello los países más desarrollados, gracias a sus instituciones, mantienen la misma Carta Fundamental de hace centurias y las reformas que se introducen, para mantenerlas vigentes, son pensadas e implementadas de manera serena y reflexiva.

En nuestro país, al primer asomo de crisis, ya estamos pensando en cambiar la Constitución, como si allí residiera la solución de todo problema terrenal. Con la crisis desatada por un presunto soborno al interior de la Corte Constitucional y el revolcón que de allí se siguió con el tema de la revisión de las tutelas, y el lobby de abogados y partes con algunos magistrados.

Lo primero que debe hacerse es dejar que las instituciones actúen; la Comisión de Acusación de la Cámara de Representantes y la Fiscalía, la primera para que investigue a los aforados y la segunda a los que no tienen fuero. Si el Congreso declara la indignidad, el asunto pasará a la Corte Suprema de Justicia, que  como en todo el mundo, es el máximo tribunal de la justicia ordinaria y deberá juzgar a los aforados. Por su lado, la investigación de la Fiscalía General pasará a los jueces.

Si las instituciones no funcionan, ya veremos qué hacer y cómo reformarlas para que funcionen. Nos estamos adelantando a los acontecimientos, aprovechando de manera oportunista la crisis del momento, para impulsar una serie de reformas que estaban en ciernes; de una lado, el famoso Tribunal de aforados, que crea una instancia judicial más en Colombia, como si tuviéramos pocas y que de nada sirve a la crisis, puesto que por principio de favorabilidad, la actual Comisión tendrá que seguir viva en el presente caso; la supresión del Consejo Superior de la Judicatura, que aunque conveniente, no tiene nada que ver con el tema concreto de la crisis; el aumento de períodos para magistrados y la edad de retiro, que fue otro de los temas frustrados con la fracasada Reforma a la Justicia, al igual que la supresión del Consejo Superior, que no es cosa distinta, que una reforma a dicha institución, convenientes sí, pero ajenos totalmente al problema.

Pareciera que se estuviera aprovechando la crisis, para impulsar la reforma constitucional conocida como el “Equilibrio de poderes”, que en todo estaba enfocada, menos a prevenir crisis como la que está viviendo la justicia.

Lo mejor en estos momentos es una llamado a la prudencia, a la serenidad, no tomar decisiones en caliente y esperar que se decanten las cosas, para  realizar las reformas más indicadas, bien estudiadas y no caer en la tentación política de meterle la mano a la independencia judicial, bien maltrecha por la incursión de la tutela contra las providencias judiciales. Reforma a la Justicia sí, pero no de coyuntura, sino bien concebida y duradera.

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