La manguala bogotana

Sacaron de los humedales de la sabana de Bogotá, dos esclarecidos ejemplares de la falsa nobleza capitalina, con aires virreinales, y los exhiben como candidatos a la presidencia de la república: Juan Manuel Santos y Germán Vargas Lleras. Estos dos sementales son la más rancia expresión de la oligarquía bogotana, la que siempre y desde los albores de la independencia nos ha gobernado. A ellos se debe que sean los apellidos, no el amor y el conocimiento de la patria, la razón para ejercer el alto mando político de la nación colombiana. Si a ellos dos sumamos la casta de los Samper y los López, preñados de ambición desde la cuna por el poder, tenemos el cuadro de una República Señorial.

La manguala entre la casa Santos y la casa Vargas Lleras, es el desafío a un país de regiones con culturas robustas y distintas  a lo que ellos representan. Ellos son la concentración del poder en manos de dos personajes que interpretan la entraña de la cerrada concupiscencia, encharolada casta que tiene definido el ejercicio del mando en el Palacio de Nariño, como un determinismo herencial que les fue concedido por la naturaleza de su sangre y mandato de sus antepasados. Santos y Vargas Lleras nunca han vivido ni sufrido en la periferia del Distrito Capital. Nunca han compartido la tarea de  trabajar en las tierras que producen el café, el sorgo, el maíz o la papa. Jamás se han untado del dulce ritmo del trapiche donde se produce la panela ni el corte de caña que se convierte en azúcar por el trabajo de los obreros y empresarios de los ingenios azucareros. La dupleta Santos-Vargas Lleras es la cúpula paramuna de las familias que, desde el centralismo administrativo, solo conocen los enredos chismo-bajeros de los clubes del norte bogotano y las mojigangas decadentes de las tías y parientes que los acolitan desde cuando el último de los Virreyes españoles huyó de la población llamada Santafé de Bogotá y ellos se empotraron en el manejo del ayuntamiento, de las rentas, los servicios públicos, los bancos, la diplomacia y las milicias republicanas.

Presidente y Vicepresidente, amos de zambos, los dos para sí mismos, ambos pegaditos, aratos en la pieza musical con baile de victoria clasista, el dueto que une los cartílagos gelatinosos para gobernar a los despreciables montañeros de las tres cordilleras, a los ruidosos costeños del norte, a los mestizos y blancos que los rodean en la altiplanicie santafereña, que nos son de su linaje. Ellos llegaron de otras regiones y han construido, a su pesar, esa ciudad y sus municipios conurbanos sin que la fronda aristocrática se diera cuenta del esfuerzo de los ciudadanos que no tienen el pedigrí de sus elitistas candidatos, de la dupla Santos-Vargas Lleras, elegidos por la gracia del Dios de Colombia y de la encopetada plutocracia bogotana para gobernarnos los próximos años. Porque ellos si tienen clase. No como esos altaneros santandereanos, o esos engreídos opitas o los sudorosos llaneros que se creen lo que dice el joropo.

¿Podremos los colombianos de todas las regiones de tierra firme y de ultramar soportar los latigazos melosos de la yunta Santos- Vargas Lleras, hijos exclusivos y excluyentes de la nobleza consistorial bogotana? ¿Estamos los colombianos tan tarados para que los elijamos Presidentes de Colombia, a sabiendas que Santos es el candidato de las Farc y que Vargas Lleras es el candidato de Santos? Bien valdría la pena que nuestros compatriotas conocieran y cantaran con nosotros, la segunda estrofa del himno antioqueño, la más valiosa y hermosa, que reza así: “Forjen déspotas tiranos/ largas y duras cadenas/ para el esclavo que humilde/ sus pies de rodillas besa. / Yo que nací altivo y libre/ sobre una sierra antioqueña/ llevo el hierro entre las manos/ porque en el cuello me pesa”.

Share on facebook
Facebook
Share on google
Google+
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn

Buscar

Facebook

Ingresar