La mano trémula

Dicen los neurólogos que como resultado de una comunicación anormal entre cerebelo, tálamo y tronco encefálico, en muchas personas se presenta una agitación rítmica al ejecutar movimientos, incluso muy simples, de tal forma que se va perdiendo la habilidad de realizar hasta las tareas más elementales de la vida cotidiana. Este trastorno del movimiento, conocido como "temblor esencial" (o mano trémula, para no ir muy lejos), es el que padece el presidente Santos -cuando de política internacional se trata- porque en todo momento le tiembla el pulso.

Y la situación con Venezuela es el mejor ejemplo.  Atraído por la idea redentorista de ser el gran mediador de conflictos como el israelo-palestino, o el egipcio, en los que semejante pretensión lo ha puesto casi en el ridículo, ahora ha caído en la misma tentación frente al país vecino. Pero en esta ocasión le han dado un portazo en la nariz con improperios de grueso calibre, como es apenas de esperar cuando alguien decide tener como amigos a los rufianes y malhechores del barrio.

Intimidado, pues, por el 'carajazo' recibido, ha corrido a plantearle la idea mediadora al secretario Kerry quien a duras penas le ha prestado atención pues si no sabe qué hacer con Yatseniuk o el ministro Shoigú, allá en Crimea, mucho menos sabrá cómo manejar a los aliados de las Farc en el Caribe. Entonces, atemorizado por la simple posibilidad de que Maduro le aplique la misma medicina que a Martinelli, Santos ha resuelto agazaparse en la consabida fórmula del "diálogo" y el "todo es negociable", como si pudiera equipararse al tirano con las víctimas que sufren a diario toda suerte de vejámenes y crímenes.

En otras palabras, Santos debería saber que a su aliado en la tarea de concederles plena impunidad a las Farc solo le aguarda uno de dos escenarios: el de Yanukovich y Gadafi, porque, hastiada, la población misma se encargará de pasarle la factura.

O el de Bashar Al Assad, porque amparado por los rusos, Maduro podría arrasar a media Venezuela atornillándose en el poder a sangre y fuego.

Así que, tarde o temprano, nuestro Jefe de Estado tendrá que decidir y tomar partido, ya sea por la firmeza transparente de la democracia, o por la complicidad absoluta en la que cada vez parece sumergirse más. Lo malo es que -no nos digamos mentiras-, muchos neurólogos afirman que el temblor esencial, la mano trémula, es un mal que no tiene cura.

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