La ‘mermelada’, término que creó el insoportable exministro de Hacienda Juan Carlos Echeverri para engatusar al pueblo y lograr la reforma del régimen de regalías, fue usado por el pueblo para ilustrar cómo se reparte y unta el pan de la corrupción por la maloliente telaraña clientelista de todo el país.

Para disfrazar su fin real, tecnócratas llamaron ‘cupos indicativos’ a unas partidas del presupuesto que se usan para ‘premiar’ a los políticos que apoyan al Presidente de turno, permitiéndoles señalar en qué obras se utilizarán.

Los cupos indicativos son la ‘mermelada’, hoy el arma más valiosa para las elecciones. Los políticos, esos que en Bogotá posan de estadistas y en las regiones desnudan su truculento rostro de electoreros y ávidos participantes en el CVY, los usan para chantajear a gobernadores, alcaldes, concejales, diputados y dirigentes políticos locales, a quienes les sentencian: “si no me apoyan electoralmente, no tendrán la obra”, que casi siempre es una necesidad sentida de determinada comunidad.

Así, la ‘mermelada’ de dinero de impuestos que pagan los colombianos con enormes sacrificios, muta en herramienta para que sean congresistas los más funestos “ñoños” electoreros, expertos hoy en ella, como ayer lo fueron en repartir notarías y antes en menesteres semejantes.

Cada cacique electorero señala qué obras se hacen con la ‘mermelada’ y las tiene que construir su contratista de cabecera, ingeniero que en la universidad presentó como tesis de grado un tratado sobre el CVY que le fue premiado académicamente.

Casi tres billones de pesos para ‘mermelada’ había antes de elecciones en el computador de la Casa de Nariño y se usó con propósitos clientelistas, logrando el milagro de adjudicar curules en el Congreso, enriquecer chanchulleros y ahora se dedica a conseguir votos para las elecciones presidenciales.

Vaya artera puñalada que propina la ‘mermelada’ a la democracia. Y después, todos gritan que ganaron las elecciones limpiamente.