La narcodictadura del presidente Santos

El miércoles 14 de junio del año corriente las mayorías del Senado aprobaron la ratificación anticipada de todos los azarosos Acuerdos de La Habana, tanto los ya conocidos como los desconocidos por el país. Estas irresponsables mayorías nos impusieron como Asamblea Constituyente a los plenipotenciarios del Gobierno y a los cabecillas narcoterroristas de las Farc. Todo lo que ellos acuerden pasará a ser parte de nuestra Constitución, con características de tratado supraconstitucional inmodificable. El Congreso pasó a ser el escribano de la mesa de negociaciones.

La traición del presidente Santos a todos los que votamos por él se inició desde antes de su discurso de posesión y continuó en secreto hasta cuando su hermano Enrique firmó con las Farc una impublicable “cartica secreta” en la cual se comprometió a concederle a dicha guerrilla el oro y el moro. Opino, de tal “cartica” se derivará un posconflicto que preveo más violento que el propio conflicto.

Las circunstancias contribuyeron a esta farsa de paz, porque las Farc ya se habían convencido, al observar los triunfos en países vecinos de sus guerrillas convertidas en partido político socialista, que tras cincuenta años de su guerra, nunca llegarían a tomarse el poder. Que su lucha por los ideales sociales de sus primeros años se les había convertido en un narcoterrorismo rechazado por el 97% de los colombianos.

Así las cosas, optaron las Farc por llegar al poder exigiendo impunidad total y elegibilidad política por la vía de un partido socialista en apariencia, comunista en la realidad. Juan Manuel y sus mayorías del Congreso les acaban de abrir tal vía violando nuestro Estado de Derecho.

Con el Acto Especial para la Paz, arriba citado, le permitió nuestro nefasto Congreso al insidioso del presidente Santos dictar leyes e introducirle reformas a la Constitución para asegurarse que se cumpla todo lo pactado en el Acuerdo Final o Especial. Con esta ley habilitante para legislar sobre lo divino y lo humano, ya resulta innecesario el plebiscito de Santos y se le abrió la puerta a la narcodictadura.

No esperemos paz sin que entreguen sus armas las Farc. Sí; nuestras zonas rurales serán supuestamente vigiladas por exguerrilleros “desmovilizados” portando sus armas, los “gendarmes” del presidente Santos. Al Ejército lo están desarmando, porque la guerrilla exige su desarme.

No esperemos paz con una Jurisdicción Especial para la Paz, obrando sobre la Justicia Ordinaria, con jueces nombrados por Santos y por a las Farc, los que seguramente van a preferir encarcelar tanto a sus enemigos como a sus opositores. En Colombia no existe hoy una Justicia recta y respetable.

No esperemos paz con paraísos para la guerrilla. El reprobable secuestro de la periodista Salud Hernández y de los periodistas de RCN ha servido para demostrar que, a la fecha, en zonas gobernadas por las Farc como son el Catatumbo, el Nudo del Paramillo y algunas más, no pueden hoy ingresar nuestras Fuerzas Armadas. La paz de Santos ha polarizado y fraccionado a Colombia.

No esperemos paz en connivencia con el narcotráfico, con instituciones atípicas para adoctrinar, acrecentar el mar de coca en que navega el país y, por último, para financiar la compra de votos entre los campesinos que esclavizarán. Las Farc continuarán delinquiendo con brazaletes de otros criminales.

No esperemos paz en medio de la pobreza y del elevado endeudamiento del país, realidad esta no menos grave que las capitulaciones anteriores de Santos. Harto imposible dedicar algo así como el 3% del PIB por año que demandan las Farc. Estimo que hasta el 1% del PIB nos resulta demasiado elevado.

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