La olla raspada

Sin necesidad de realizar muchos esfuerzos, podemos palpar ya en el país un clima de cauto optimismo, y vislumbrar una luz de esperanza, con el triunfo que se avizora del senador Iván Duque en las próximas elecciones para la Presidencia de la República.

Ante esta coyuntura, que marca un cambio a fondo en la dirección del Estado y una ruptura con las viciosas prácticas que introdujo la administración Santos, cabe preguntarse: ¿Cuál es el país que el nuevo Presidente va a recibir?

Para empezar, el crecimiento del Producto Interno Bruto, que era del 6.9% en 2007, apenas llegó al 1.8% el año pasado. En buen romance, y teniendo en cuenta la inflación acumulada de los últimos 8 años, estamos en una auténtica recesión económica.

Pesará sobre las finanzas del Estado la abultada deuda pública, que se había logrado reducir hasta un equivalente al 33,7 % del PIB en el 2011, y alcanzó un nivel del 52% en 2016.Con un saldo a nuestro cargo por concepto de deuda externa de la bicoca de 116.247 millones de dólares, nos tocaría a cada colombiano un promedio de $7.544.028, si fuéramos a hacer una “vaca” para pagarla.

La actual administración, empecinada en sacar adelante el acuerdo que llamó de la paz, no escatimó esfuerzos financieros para lograrlo. Asimismo, marcó su desafortunada gestión – por decir lo menos- un derroche nunca visto en gabelas de tipo económico para sus aliados en la coalición gubernamental y para los medios de comunicación confabulados con el régimen. El resultado lo dice todo: Un déficit fiscal que oscila entre el 3,5% y el 4% del PIB, que ni siquiera la reforma tributaria con aumento del IVA al 19% ha podido enjugar.

No para allí el desgreño en materia financiera. A pesar de todas las advertencias recibidas para reducir el tamaño del Estado y racionalizar el gasto, Santos siguió adelante en su carrera por convertir el presupuesto en un botín para sus áulicos. En el 2011, por ejemplo, creó 6 altas consejerías presidenciales, 3 ministerios y 6 nuevas unidades administrativas. A los miembros de las juntas directivas en las empresas del Estado les reajustó los honorarios en un 111% entre los años 2010 y 2015. Solo en el 2015 creó 18.273 nuevos cargos. Como quien dice, lo que nada nos cuesta, volvámoslo fiesta.

Ese es, más o menos, el país que Santos le entrega al nuevo gobierno: Una olla raspada. Por fortuna, tenemos fe que será presidido por un hombre honesto, con amplia formación en materia económica, que se desempeñó con lujo de competencia en el Senado de la República, y que viene formulando políticas sanas en el manejo administrativo y económico del Estado.

No alcanzamos ni a imaginarnos las proporciones que esta complicada situación tomaría en manos que han mostrado su ineptitud, como las de Petro o Fajardo, en su paso por las administraciones de Bogotá y del departamento de Antioquia. Todavía los capitalinos y los paisas están pagando las consecuencias de sus desastrosas gestiones.

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