La paz electorera

“La paz, dice la Constitución, es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento” Por lo tanto el tema de la Paz  debió haberse prohibido como promesa electoral ya que es un implícito deber del gobierno como la educación, la salud. Y es implícito deber del gobierno defenderla de quienes atentan contra ella. Esto quiere decir que hay enemigos que han querido destruirla para imponer una dictadura política tal como desde hace cincuenta años ha venido sucediendo con un proyecto totalitario como el de las Farc. Lo curioso es que, convertida en tema electoral en Colombia estamos viviendo, disimuladamente, una situación parecida a la que enfrentó Francia frente al peligro del Frente Popular auspiciado por Stalin. La polarización condujo en España a las peores irracionalidades por parte de cierto periodismo aventurero, por un sector de una intelectualidad incapaz de entender en su momento la trampa que el Comunismo les había tendido llevándolos a convertirse, finalmente, en idiotas útiles, cómplices de la derrota de la democracia.

Me llama la atención lo que sucede con un grupo de execonomistas, excatedráticos, exbanqueros jubilados bogotanos que sin análisis alguno, con la sobrades característica de un grupo de “elegidos”, desprestigiando maniqueamente al candidato Zuluaga, en lugar de hacer un llamado a la reflexión, a la conciliación, terminan por decirnos de manera perentoria que si no votamos por Santos estaremos poniendo en peligro la Paz. Pero olvidan algunos de los firmantes que cuando desempeñaron importantes cargos en gobiernos anteriores, sus malas gestiones económicas ahondaron la desigualdad social, llevaron a la miseria a millones de colombianos o sea que atentaron contra la Paz descaradamente. ¿De dónde, además, salieron tantos intelectuales en el país donde menos se lee, donde bajo el nefasto objetivo “revolucionario” de “destruir la educación burguesa” se quemaron aulas, bibliotecas y el nivel académico cayó en la postración? El intelectual, recuerda Barthes, es aquel que pregunta y se pregunta, o sea, que no traga entero.

¿Qué pasó con los 120 intelectuales que reclutó Piedad Córdoba para su “Marcha Patriótica” y no han hecho un solo aporte crítico  frente a la creciente miseria, al desencadenado conflicto urbano, al problema agrario, verdaderos obstáculos para la Paz? “La solidaridad activa aparece engendrada por el sentimiento de la dignidad herida o por el espectáculo de la opresión de la que otro es víctima”, nos recuerda Finkielkraut. No puede la palabra entrar en libertad cuando cierra los ojos ante la crueldad, cuando calla porque está obedeciendo órdenes y refugiarse en una desgastada retórica es eludir el verdadero compromiso político. Claro que es necesario conocer lo que se negocia en la Habana, claro que es necesario que la defensa de la sociedad se haga por parte de conciencias responsables capaces de distinguir el bien del mal, claro está que es necesaria la presencia de las víctimas pero no las que, pérfidamente, van a escoger Iván Cepeda y Gloria Inés Ramírez sino las que han carecido de representatividad.

La verdadera inteligencia promueve debates necesarios porque, politizada y manipulada la Paz, una situación de desconcierto moral como la que se vive, propicia tal como hemos visto a un periodismo irresponsable, la peligrosa exasperación de los intolerantes. El Congreso de los Intelectuales por la Paz en Valencia ya cuando se desataba la Guerra Civil y al cual acudieron César Vallejo, Malraux, Paz, Ehrenburg, entre otros, descubrió que la Paz era un rótulo manipulado estratégicamente por los estalinistas para sus fines. De ahí en adelante y al descubrirse la amarga mentira del comunismo soviético se los denominó Congreso de Intelectuales por la Libertad, a los cuales, por supuesto ya no acudieron los gregarios del Kremlin.

P.D Clara López terminó por mostrar su verdadero rostro: el del camarada Carlos Romero.

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