La paz incompleta

Puntos suspensivos con el Eln…
Reciclaje de la violencia en proceso con Farc

Finalmente no se pudo concretar la paz integral que en un principio alcanzó a pensarse del proceso llevado a cabo en la administración Santos con las Farc, el Eln y eventualmente con miras a la desactivación y entrega de algunas bandas criminales organizadas (Bacrim).

La situación es ya por cierto bastante calamitosa en cuanto a las Farc, por cuanto se ha demostrado paulatinamente que las llamadas disidencias eran muy superiores a lo que se pensaba y tienen mayor control territorial del que cándidamente algunos presupuestaron inicialmente.

De hecho, la fementida tesis de que es “normal” en cualquier proceso de paz una disidencia del 10 al 15 por ciento de los hombres-arma, es un argumento bastante traído de los cabellos. Esto podrá ser así, por supuesto, en un país donde exista un solo grupo dedicado al terror, como podría decirse en su momento de Irlanda o África del sur, o en lugares en donde se negoció con las guerrillas unificadas, como en Salvador. Pero en el caso colombiano, donde pululan todo tipo de facetas subversivas y delincuenciales, aducir la tesis de que son “normales” las disidencias es aceptar de antemano que estas, como en efecto viene ocurriendo, se conviertan en otro grupo armado ilegal, con todas las letras, o terminen engrosando los contingentes de distintas facciones, como el Eln o las Bacrim. Es de ahí, ciertamente, de donde surge la catástrofe de los asesinatos de los líderes sociales, puesto que lo que verdaderamente existe es, en principio, un combate de las diferentes tendencias armadas, incluidas las disidencias de las Farc, para conquistar y proteger los corredores estratégicos del narcotráfico, mucho más ahora cuando el negocio está en su apogeo, luego de que, precisamente, con el proceso de paz con las Farc se dispararan los cultivos ilícitos hasta quintuplicarse las cifras desde 2013 y generar ahora un mercadeo histórico calculado en 900 toneladas métricas de cocaína.

Sobre esa base, no es de extrañar, en modo alguno, que el proceso con las Farc llevara, de una parte, a la desactivación de algunos de sus bloques más caracterizados pero, de otra, hubiera producido su desdoblamiento, con más violencia y nuevas formulaciones terroristas que, a todas luces, han impedido la plena soberanía del Estado. Se abrió paso, así, a verdaderas ‘repúblicas independientes’, en donde este ni siquiera es un espectador.

Bajo ese panorama, a pesar de las leyes tramitadas a última hora, tampoco es de sorprenderse que los llamados carteles del Golfo, de Sinaloa o similares, lo mismo que las oficinas sicariales coadyuvantes, no hayan recibido favorablemente la posibilidad de su sometimiento a la justicia con algunos beneficios penales.

En esa misma dirección quedó, por igual, en suspenso la mesa de conversaciones con el Eln, en La Habana, pues si bien se anunció días atrás que podría acordarse un cese bilateral de fuegos, no fue ello posible, como era de presumirse. Esto porque las mismas Naciones Unidas se abstuvieron de avalar un procedimiento en ese sentido, sin tener una verificación técnica y adecuada, y por lo demás sin el aval del gobierno entrante. No podía la ONU, como en efecto no lo hizo, quedar hipotecada a la administración que termina cuando apenas faltan cinco días para la posesión del mandatario electo.

Habrá que esperar, en esa vía, cuál será la decisión del presidente Iván Duque al respecto. Por lo pronto, en algunas entrevistas, ha puesto unos requisitos perentorios para que la mesa habanera pueda continuar, lógicamente con una óptica por completo diferente a la que hereda de la administración Santos. Y en ese caso tendrá inicialmente, y como mínimo, esa guerrilla que proscribir enfáticamente el secuestro así como liberar en el término de la distancia a quienes mantiene cautivos. Solo a partir de allí, seguramente, el gobierno de Duque podría entrar a revisar otros elementos de la agenda que, de la misma manera, no se sabe si respaldará en iguales términos que el gobierno saliente.

Terminado ayer un nuevo ciclo de negociaciones con el Eln y al mismo tiempo pendientes muchos temas con las Farc, no solo de la llamada implementación sino frente a circunstancias nuevas como la solicitud de extradición de ‘Jesús Santrich’ o la no posesión de sus curules de varios de los jefes desmovilizados, principalmente Iván Márquez, el ambiente es bastante desfavorable para lo que se suponía un proceso de paz fluido, no improvisado y que debió terminarse en ocho años.

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