La paz no es una carta de poker

Lo del domingo 25 de mayo, más que una elección, fue una lección para los medios masivos de comunicación, más internacionalmente conocidos como ‘Mass Media’. El otrora Cuarto Poder, inicialmente endilgado a la prensa, está, al menos en Colombia, siendo sometido a una importante labor de reingeniería, porque no están llegando a la gente, sino a una selecta minoría, que los oye, pero no los escucha, los mira, pero no los ve.

Si los medios fueran canales efectivos de comunicación en el sentido en que un emisor (entiéndase Arizmendi, Julito, Vicky, Yamid) transmite unos juicios de valor propios o copiados para cambiar en tal sentido la voluntad de receptor masivo, ello no está ocurriendo así; la realidad no les copia. Esa gran maquinaria Santista, apoderada de El Tiempo, El Espectador, Semana, Caracol, RCN, CM&, etc, está pidiendo a gritos que la engrasen porque la mermelada que le untaron le resultó contraproducente, empezó a producir el aumento del estado de oxidación, por tener mayor número de electrones – que no electores- al aire, porque de tanto estar ‘al aire’ en las ondas hertzianas esa mermelada en vez de proteger la maquinaria lo que hizo fue meterle elementos corrosivos que empezaron a degradarla.

¿Cómo entender entonces el golpe de gracia del Zorro, convertido ahora en una verdadera leyenda? No fueron los  Mass Media, obviamente. No fue la ‘Hora de la Verdad’, que a pocos nos llega. Fueron los tweets, el Facebook, las redes sociales, fueron los comentarios fugaces, las respuestas espontáneas de los entrevistados para las grandes encuestas, fue la gente pura y simple, son su lápiz, con su celular, los estudiantes con su laptops… fue la voz del pueblo la que se pronunció y dejó oír su  frágil trinar. Fueron los trinos de Uribe los que se replicaron por doquier para llegar a una masa informe e inconforme que no le come más cuento a la Gran Prensa del Régimen, repleta de periodistas ‘uribi-vivientes’ quienes, el día que se retire Uribe, por sustracción de materia, van a quedar sin trabajo, porque ya no tendrán  tema, ni tendrán medio sobre el cual esparcir su veneno.

Es la gente que fuimos víctimas de la inseguridad rampante en campos y ciudades, la que quedamos atrapados en pescas milagrosas brutales, la que no podíamos tomar una carretera para trabajar, la que no podía ir a las fincas a producir, la que no podía invertir capitales por el riesgo de perderlos… es la gente que entendió que la Seguridad Democrática le devolvió el alma al cuerpo, el optimismo de vivir, pero que, después de los violines, cuando se acabó el tiempo de esa Seguridad Democrática pensando, engañados, que continuaría con el cambio de jinete, hemos vuelto a caer en las garras de la delincuencia organizada y desorganizada so pretexto de la paz.

El valor supremo de la paz no puede ser un caballito de batalla, ni menos una carta de poker. La paz no es de nadie en particular. No nos pueden meter en la discusión absurda de que Santos es la paz y Óscar Iván la guerra, porque además de un descaro es un irrespeto a nuestra inteligencia. Todos queremos la paz, obvio. En el qué estamos de acuerdo.

El problema está en el cómo. Queremos una paz justa y verdadera, no como la que están soñando los señores Márquez y Timochenko al calor de unos habanos pasado por ron Havana. Ellos están diseñando una paz de bolsillo, que los lleve directamente a disfrutar de los alamares de la democracia, al sagrado recinto del Salón Elíptico para fabricarnos nuestro destino, sin pagar ningún peaje, como debieran pagarlo por cuenta de sus  horrendos crímenes de lesa humanidad. Y eso es lo que revisará Óscar Iván Presidente.

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