La Paz verdadera se escribe con Z de Zuluaga

En estas elecciones no solo se está decidiendo quién será el gobernante de turno para el período 2014-2018; se está decidiendo el destino de las nuevas generaciones de colombianos, pues nos encontramos entre las opciones: continuidad del retroceso con la reelección o recuperación del rumbo con Zuluaga.

A lo largo de los cuatro años de Gobierno de Juan Manuel Santos hemos vivido y padecido el incremento descomunal de la violencia: tanto en el campo como en las urbes; los índices de crecimiento económico, según la CEPAL, han estado por debajo del promedio de los países de la región; al tiempo que el abandono de la política social se ha convertido en la regla, congelándose así programas de gran importancia como Familias en Acción y acabando otros igual de exitosos como Familias Guardabosques; esto sin mencionar a grandes rasgos el fracaso de las reformas más importantes para el país, como la reforma a la salud, a la educación, a la justicia; o los paros provocados por la falta de diálogo y el aislamiento del gobierno con las necesidades de las comunidades.

Resultados que sin duda, distan del progreso social indispensable para la realización de la tan anhelada paz para todos los colombianos, la que se construye día a día fortaleciendo las instituciones, brindando seguridad a los ciudadanos, garantizando acceso a la educación, a la salud, al empleo y a la justicia.

No obstante, empecinado y de manera cínica, el candidato Santos ha hecho de la paz su “caballo de batalla”, limitándola así a los Diálogos que se realizan en La Habana con el grupo terrorista Farc. Diálogos que tienen muchos cuestionamientos y dejan entrever la nula voluntad de paz de las Farc: El incremento de los ataques terroristas a la población civil y a la fuerza pública, la voladura constante a la infraestructura petrolera, el reclutamiento de niños, la violación a las “treguas” declaradas por la organización terrorista, o casos particulares y repudiables como la tortura de los policías Muñoz Ortiz y Méndez Pabón en Nariño, o el secuestro de la hija del Sargento Cantoní en Cauca.

Razones que nos deben llevar a concluir que ni estamos en el camino de la paz, ni es Juan Manuel Santos el hombre para lograrla.

Hoy el debate no es elegir entre “la Paz o la Guerra”, como lo quiere hacer ver el discurso polarizador y sembrador de temores y odios del candidato Santos; el debate y la reflexión que debemos hacer los colombianos es, si queremos elegir la “paz” de papel, una paz a cualquier precio, con impunidad, curules para quienes han cometido delitos atroces y de lesa humanidad, y que se negocia en medio de la actividad criminal, que no genera ninguna credibilidad ni confianza al pueblo colombiano; o  la paz de verdad, la de los hechos, la que castiga al criminal y no humilla a las víctimas, que se negocie sin acuerdos a espaldas del país, con condiciones y plazos que garanticen avances tangibles, definitivos, y verificables, una paz que se construya día a día con un gobierno que desde la educación completa y de calidad brinde oportunidades para todos, donde la salud gire en torno al paciente y al profesional de la salud, donde la generación de más empleos sea una realidad, y la solución para el agro un hecho, donde cada colombiano tenga seguridad y nuestras FFMM y de Policía un Presidente que sí los apoye.

Yo, sin duda alguna, me la juego por la Paz de verdad, por la Paz de Zuluaga. Me la juego por el cambio, por la opción de recuperar el rumbo, por Una Colombia Distinta.

Marion Vásquez Mira

@MarionVasquezMi

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