La paz y las luces de Madrid

Aunque en España expertos internacionales dieron casi por irreversible el fin del conflicto con las Farc, tres temas tuvieron activas las polaridades: justicia, cese el fuego bilateral y “Simón Trinidad”.

Ese influjo que ejerce España sobre nuestro país, por su relación de identidades y procesos históricos, se sintió esta semana en el Foro por la Paz en Colombia. Las luces de los medios masivos de información y de la política internacional se posaron como pocas veces sobre la negociación para terminar el conflicto que adelantan el Gobierno y las Farc, en Cuba.

Paralelo a las voces de varios expertos que dieron casi por irreversible el avance y la culminación del proceso, se colaron en las noticias varios anuncios, algunos hechos cumplidos y otros de orden especulativo, que incluso han sido rectificados por el presidenteJuan Manuel Santos, quien ayer negó haber hablado, hasta ahora, con el gobierno de Estados Unidos sobre un posible indulto o perdón para el guerrillero Ricardo Palmera, alias “Simón Trinidad”.

Resultaría sorpresivo que el presidente Barack Obama, ahora conectado con La Habana y las partes del proceso, mediante su delegado Bernard Aronson, pudiera hacer una concesión de esa magnitud para acelerar y afianzar la firma de un acuerdo en Cuba. Trinidad ya ha pagado en E.U. 11 años de cárcel, de una pena de 60, en condiciones muy estrictas de máxima seguridad.

Palmera representa para el común de los colombianos y la justicia estadounidense a un subversivo culpable de secuestros, operaciones de narcotráfico y terrorismo, pero en las Farc, por su origen en la alta sociedad de Valledupar, sus estudios en Harvard y su formación política, encarna cierto “ideal revolucionario”.

Su caso empalma con la álgida discusión, que en el foro de España se acentuó, sobre el equilibrio que debe lograr la negociación de La Habana entre una dosis de justicia mínima que no eche al traste con las posibilidades de firmar el acuerdo. Jonathan Powell, exjefe de gabinete de Tony Blair, y negociador con el Ejército Republicano Irlandés, recordó que la paz tiene un precio. Él mismo no quiso en su momento darles la mano a los terroristas, porque junto con su familia había sido objetivo militar del IRA, pero asumió con los años que la única salida era alentar el liderazgo y la aceptación política y consolidar la paz en Gran Bretaña.

Lo que aún exalta los ánimos de la opinión pública en Colombia es que las Farc, durante estos días del Foro, salieran en La Habana a aseverar, categóricamente, que no aceptarán un proceso que contemple “un solo día de cárcel para ningún guerrillero”.

Ya el exsecretario de la ONU y premio Nobel de Paz, Kofi Annan, advirtió que se deben cumplir las exigencias del Estatuto de Roma y de la Corte Penal Internacional frente a los delitos de lesa humanidad, en específico el deber del castigo efectivo. Va mucho más allá que el expresidente César Gaviria, que reduce el tema a la obligación de investigar los delitos de lesa humanidad.

Ahora que viajaron seis generales activos expertos en inteligencia, estrategia y táctica, para analizar modelos de cese el fuego bilateral y definitivo, a la par que se habla de víctimas y justicia transicional, no hay duda en que para el fin del conflicto y la construcción de la paz hay que “pagar un precio”, pero no puede ser el de una imposición de las Farc frente al deber de responder ante el país y las víctimas.

Esas sentencias tan animosas de alias “Rodrigo Granda” y “Jesús Santrich”, de cero cárcel, suenan bastante desafinadas frente al coro internacional de voces que en Madrid, más allá de la pirotecnia mediática, vio cerca la posibilidad de que Colombia desactive el conflicto armado. No puede ser que sin negociar una materia tan sensible, las Farc den por descontado cualquier marco punitivo para sus crímenes más atroces.

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