La peligrosa mala hora de la FAC

La tragedia del viernes agrava la difícil situación de la Fuerza Aérea y el malestar en sus filas.

Cuando le pregunté al general Héctor Fabio Velasco, excomandante de la Fuerza Aérea y expresidente del Cuerpo de Generales y Almirantes, su opinión acerca del nombramiento del abogado gringo Doug Cassell en el equipo jurídico del Gobierno en Cuba, me respondió con tres palabras: “Triste, vergonzoso, reprochable”.

Aún hoy, en la FAC la opinión mayoritaria sobre el caso Santo Domingo es que fueron las Farc las responsables de la muerte de los ciudadanos, y se apoyan en los alegatos iniciales preparados por el entonces abogado de Colombia, Eduardo Montealegre. No entraré en el complejo debate probatorio del caso. Pero es evidente que el Gobierno no midió el impacto adverso en la Fuerza Pública que representó la incorporación de Cassell. ¿Es que acaso ningún otro abogado en el mundo les servía en Cuba?

Y no es que le falten credenciales. Cassell es un abogado importante. Es la peligrosa falta de comprensión de la sensibilidad que habita en los cuarteles frente al proceso de paz. Ya el general Jaime Ruiz, presidente de Acore, ha revelado que la anterior cúpula militar recomendó al Presidente no suspender los bombardeos por la ventaja que eso representa en favor de las Farc. Hoy, los bombardeos están suspendidos y la cúpula anterior, casi toda removida.

No es misterio que el nombramiento del nuevo Mindefensa, hombre decente, cayó mejor en Cuba que en amplios sectores militares, y que la semana pasada un viento helado recorrió los cuarteles tras la chispoteada verbal del general Mejía, nuevo comandante del Ejército, en acto oficial sobre la tijera a nuestras Fuerzas Militares. Aunque trataron de justificarla, la duda quedó sembrada.

Como si fuera poco, en el recortado presupuesto que radicó Minhacienda el jueves, radiografía elocuente de los recientes fracasos fiscales y de la peligrosa desaceleración, la Fuerza Aérea quedó notificada de que sus pretensiones presupuestales, consideradas básicas, no serán atendidas (que a los Tucanos ya no se les ven los dientes, sino las cajas de dientes, dicen).

Desde el primer día de este año, que se inició con la dolorosa noticia de la caída del Kfir C10 341 el 31 de diciembre, tras un misterioso flameout o apagado súbito del motor, que se sumó a otros trágicos episodios análogos, previos y posteriores, con aviones Kfir y helicópteros Black Hawk, los niveles de operatividad y las condiciones de mantenimiento de la flota aérea han estado cuestionados, en el ojo del huracán.

Antes de la suspensión formal de bombardeos ya se habían conocido otras órdenes de mantener en tierra parte de la flota, sin que sea fácil saber dónde estaba la línea entre problemas operativos de mantenimiento y medidas previas de desescalamiento no declarado. Esa información nos la deben a los colombianos.

El viernes ocurrió otra tragedia, que nos llena de luto y tristeza a todos, el accidente del Casa español 1261, en el que perdieron la vida 11 oficiales y suboficiales. Nuestra voz de solidaridad para sus compañeros y para sus familias en esta hora amarga. Este accidente vuelve a poner dolorosamente sobre el tapete muchas de las preguntas ya referidas, ahora que ha terminado la que será, quizás, la más amarga semana en la historia de la Fuerza Aérea Colombiana.

Es como si se hubiera pisoteado el emblemático lema de la FAC: ‘Sic itur ad astra’, que, como se advierte en el maravilloso libro de Gustavo Arias de Greiff y Villegas Editores, anunciaba el camino a las alturas, a la superación y al éxito. Parece que ya no. Pero lo recordarán con nostalgia cuando los mejores generales del aire estén dedicados al edificante cultivo de hidropónicos, a la práctica diestra de los videojuegos o a los emocionantes torneos de dominó, parqués y damas chinas que podrán organizar con todo su tiempo libre.

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