La plata para el posconflicto

Convertido en mendigo internacional, Juan Manuel Santos Calderón, Presidente de la muy digna República de Colombia, se hizo a la mar, como hubieran dicho de Cristóbal Colón hace cinco siglos. Traducido al español de hoy, Santos si hizo a la atmósfera en el avión Fac 001 y fue a parar a varios países europeos con el fin de recoger donaciones estatales para un eventual posconflicto, es decir, para financiar la reinserción de las Farc y el Eln cuando se desarmen y acepten que solo existe un estado colombiano. Los gobernantes europeos, que apenas conocen de oídas del fatigante proceso de paz, que como bien lo señala Santos, no es la paz sino la terminación del conflicto, o sea, para decirlo sin tapujos, el cese bilateral de fuego, se tragan entero el batracio y asienten que apoyan ese objetivo de la paz y rebuscarán partidas en sus presupuestos. Pero han afirmado que primero deben ver la firma del acuerdo o tratado de paz con las Farc.

La prensa, o mejor, los periodistas del santismo ectópico aplauden al Gran Mendigo por obtener promesas condicionadas. Pero lo que no cuentan es que no hay plata porque tampoco existe posconflicto y tal vez ni lo habrá, porque el camino que falta es oscuro y culebrero, por las siguientes consideraciones: 1. Ninguno de los seis puntos de la agenda está completamente terminado. 2. Los puntos que faltan son tan difíciles que los expertos calculan que se demorarían año y medio o dos años para su terminación, puesto que son temas calientes: entrega o dejación de armas, penalización o impunidad de los delitos de lesa humanidad y crímenes de guerra, implementación de la agenda y sus costos, proceso de desmovilización, concentración y censo de los guerrilleros y su estructura logística.

Por otra parte se conoce por informaciones de habitantes de las zonas bajo control fariano, que al regreso de comandantes de bloque y frentes han manifestado que continuarán armándose, reclutando personal para ampliar las comisiones, financiando con rentas ilegales y que siguen en pie de lucha. Mientras esto ocurre las Fuerzas Armadas constitucionales, que también se denominan Fuerza Pública, sufren un bombardeo sistemático judicial, merman su capacidad de lucha, decapitan la cúpula militar, la Fiscalía “descubre” constantes actos de inteligencia irregular para desprestigiar lo militar, se limitan las plataformas de inteligencia aérea, es decir, nos vamos quedando sin quien dé la batalla en el caso de que las Farc resuelvan continuar la guerra porque, comoel camino es culebrero y el Gran Mendigo no puede hacer milagros, queda aún por  resolver la aprobación por referendo popular, el contenido del acuerdo de paz, que al salir de La Habana, tendrá unas 130 páginas para ser puestas a consideración crítica de la ciudadanía.

¿Qué ocurrirá si el pueblo colombiano dice no a la totalidad o una parte del  referendo?¿ Aceptaríamos realizar un referendo con las Farc en armas esperando que en caso contrario a sus imposiciones o intereses, vuelvan a declarar la guerra?¿ El Estado colombiano, para ese  momento, podrá ganar la confrontación armada con un Ejército diezmado de mandos con liderazgo y oxidados de mentalidad combativa?  Por esas consideraciones es utópico hablar de posconflicto y reconciliación, entendida esta entre víctimas y victimarios, y no en la entelequia de que todos los colombianos somos culpables y que debemos reconciliarnos. El Gran Mendigo para ese momento deberá ser el Comandante en Jefe de la nación y de la Fuerza Pública. Pero no se le ve casta y carácter. Lo que natura no lo da, Salamanca no lo presta.

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