La primavera colombiana

No deja de causar extrañeza que el comité de los Nobel de la Paz instalado en Oslo, Noruega, el encargado de otorgar tales premios, resulte ser tan precipitado como para no medir las consecuencias domésticas impredecibles que pueda causar su premio de paz en un país tan convulsionado como Colombia.

Dichas consecuencias bien pueden resultar ser contrarias al fin para el cual fue creado el galardón por su fundador Alfred Nobel, como es nuestro caso. Temo que se haya convertido este premio en un arma política en contra de quienes consideran que el Acuerdo Final le allana el camino a las Farc para llegar al poder en unos 10 años o antes.

De la página web de Statoil extractamos: empresa petrolera noruega con 22.000 empleados e inversiones en 37 países, entró a Colombia en 2014, y tiene las siguientes licencias para extraer petróleo: Col4, en el mar Caribe, con el 33%. Guajira, mar Caribe, con el 20% y en el Tayrona 10%.  Repsol es el operador de estas licencias. ¿No se dieron cuenta acaso los del comité sueco de que el Nobel prematuro para Santos nos iba a dificultar la paz en Colombia y los negocios de su Statoil?

Estimo que el Nobel para Santos sí complicó el panorama político de Colombia. Espero que no olvide él su aceptación inicial y magnánima tras el triunfo del NO, así como su disposición para trabajar con la oposición con el fin de intentar renegociar los acuerdos de La Habana. Las declaraciones de algunos de sus ministros y copartidarios confirman este temor. Quiera el cielo que la voluntad de Santos no resulte estar dispuesta a implementar o desarrollar los acuerdos a cualquier precio y en contra quienes se le opongan.

Un primer efecto negativo del Nobel lo ofrecen los jóvenes acampando en la Plaza de Bolívar y en manifestaciones en otras ciudades del país, urgiendo la paz de inmediato. O mejor quizá, ¿el desconocimiento inmediato del triunfo del No? Me recuerdan estos la llamada “primavera árabe” a la cual paso a referirme.

Como se recuerda, “la primavera árabe” fueron manifestaciones de carácter popular realizadas en la región árabe entre 2010 y 2013, que condujeron a la caída de dictaduras de más de 20 años de Ben Alí en Túnez, de Muamar Gadafi en Libia, de Hosni Mubarak en Egipto y a la guerra sin fin para derrocar a Bashar al-Assad en Siria. El desempleo y los gobiernos autoritarios figuraron como la mayor causa de su descontento.

La gran mayoría de los manifestantes fueron jóvenes.  No en vano las protestas en Egipto recibieron el nombre de “la revolución de los jóvenes”. Fueron ellos los primeros en convocarse por medio de Internet. Poseían los manifestantes estudios superiores, universitarios y apoyo del clero islamista, así como sucede hoy con los de la “primavera colombiana”. Primavera motivada muy seguramente por tener Colombia la mayor tasa de desempleo juvenil en Suramérica -Bogotá 16% y Cúcuta 22%-  y un gobierno autoritario e ineficaz.

Las consecuencias de la “primavera árabe” no han sido las esperadas.  En Siria se ha prolongado la guerra y no se visualiza un fin cercano, la invasión del Estado Islámico les empeora las cosas día tras día. Liba se considera un estado en el cual su Gobierno no tiene control sobre los movimientos yihadistas en su territorio, así como aconteció en Colombia con las guerrillas. En Egipto eligieron un gobierno islamista radical que tuvo que ser derrocado en 2013.

Temo que la “primavera colombiana” resulte ser utilizada por una izquierda castro-chavista empoderada por el controvertido premio Nobel para el presidente, izquierda que contribuya a conducirnos a una paz inestable y efímera.

Share on facebook
Facebook
Share on google
Google+
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn

Buscar

Facebook

Ingresar