La región más violenta

Las agencias de Naciones Unidas confirman que América Latina es donde más se irrespeta la vida: 28,5 homicidios por 100 mil habitantes. Pero, en contraste, Colombia y Medellín bajan sus índices.

Acercarse a la realidad de violencia de América Latina es asomarse a una ventana con vista a la muerte de miles de seres humanos cada año. El homicidio es el delito dominante y para ello Naciones Unidas, a través de varias de sus agencias, lo corroboró en un informe: son 28,5 muertos por cada 100 mil habitantes al año en la región, en promedio.

Hay que meter la cabeza en esa realidad caótica de los países del área: proliferación de armas ilegales (y legales), “desigualdad de ingresos”, una dinámica urbana cruzada por numerosos actores y factores de ilegalidad, violencia de género y también contra minorías, y una debilidad institucional palpable son algunas de las explicaciones a la mano. San Pedro Sula (en Honduras), Caracas (en Venezuela), Acapulco (en México) y Maceió (en Brasil) son algunas de las capitales que hoy registran las más altas tasas de homicidios, por cada 100 mil habitantes.

Dichas ciudades y su realidad de ataques contra la vida dicen que ese promedio de 28,5 homicidios por cada 100 mil habitantes en la región, contrasta con los 6,7 de la tasa mundial.

El total de muertes violentas en el planeta es de 475 mil por año, en especial de pobladores entre los 15 y los 44 años de edad. Es como si toda la población del municipio de Bello desapareciera cada año. Y cuatro de cada cinco víctimas son hombres. Paralelo a datos tan escalofriantes, el informe de la ONU corrobora que en 133 países encuestados uno de cada cuatro niños ha sido abusado físicamente. Algo abrumador.

Aquí debemos entrar en el contraste, muy alentador, de lo que viene ocurriendo con nuestra ciudad que, en otras épocas, ostentó marcas mundiales de criminalidad y asesinatos y que hoy sale de las 40 más violentas de Latinoamérica -según cifras oficiales-.

El último informe de nuestro sistema de monitoreo (SISC) señala que, a noviembre 30 de 2014, iban 613 homicidios en Medellín, contra 858 del mismo período de 2013, lo cual significa una reducción del 29%. Además, lean: noviembre pasado fue el mes menos violento de los últimos 30 años, con 38 homicidios. La tasa de la ciudad, por 100 mil habitantes, es de 28 homicidios. Alentador y de cuidado.

Sin embargo, hay ciudades de Colombia, como Cali, donde las cifras son menos optimistas y reflejan un notable deterioro de la seguridad ciudadana y del orden público: esa capital ajusta un par de años, en promedio, entre las 10 más violentas de Latinoamérica. Barranquilla muestra mejorías, pero mantiene una tasa promedio de 30 homicidios por 100 mil habitantes.

Queremos con todo esto manifestar la preocupación por el desprecio frente a la existencia del otro que se nota en nuestro hemisferio, y particularmente en Centro y Sur América. Las cifras corroboran el enorme esfuerzo civil y oficial que debe hacerse por un cambio de mentalidad que “resacralice” la vida y la ponga en lo más alto de las escalas de sobrevivencia y ética social.

Recomienda el informe de las agencias ONU que se impulsen programas de prevención, leyes con fuerza, servicios de fácil acceso a las víctimas, recolección y uso eficaz de los datos y que se fijen objetivos concretos de combate al homicidio y sus causas. Pero todo pareciera indicar que la tarea supera el esfuerzo de los gobiernos y que son numerosos los conflictos que nos envuelven e impiden cerrar el paso a este delito, tan mayúsculo y aterrador.

Pensemos con el deseo en esta época navideña: que lleguen, para todos, tiempos menos violentos y letales.

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