La responsabilidad en democracia

Las consecuencias del Brexit y las posibilidades de Trump hacen volver la mirada a la importancia de un voto consciente. Colombia, con su próximo plebiscito, no escapa de este dilema.

Partiendo de hechos consumados en la decisión del electorado británico de votar afirmativamente el Brexit (salida del Reino Unido de la Unión Europea), y con la perspectiva nada descartable de que dentro de algo más de cuatro meses el estadounidense opte por elegir a alguien de tan baja talla política y moral, Donald Trump, como presidente de la primera potencia mundial, se ha reabierto un interesante debate entre analistas y académicos sobre la fortaleza y futuro de la democracia.

En particular, el punto focal de la atención de politólogos y analistas de la actualidad mundial es el de la calidad del voto y del votante, es decir, del grado de conocimiento e información con la cual el elector acude a las urnas.

Se ha dicho que muchos de los que votaron sí al Brexit se arrepintieron de inmediato del sentido de su voto. No es factible asegurar que el número de arrepentidos constituya un sector importante como para apurar decisiones políticas que abran una vía de rectificación, y además los gobernantes han dicho lo que de forma responsable cabe en democracia: no es posible estar abriendo votaciones una y otra vez hasta ajustar los resultados a las pretensiones de un momento dado.

En el caso de Donald Trump, este no disminuye, sino que incrementa su nivel de exabruptos diarios, sin que pierda el nivel de apoyos ni de su partido ni de un electorado dispuesto a taparse los ojos para votar por quien consideran que puede protegerlos de peligros, reales o imaginarios, y mantenerlos en una fortaleza aislada de las vicisitudes del resto del mundo.

Por lo menos en el mundo occidental, por fortuna, se considera irrenunciable el principio de “un ciudadano, un voto”. Tanto vale en las urnas el sufragio del vendedor de fruta como del gran potentado. Que en el juego de los poderes reales y fácticos el peso se desequilibre es otro asunto, igualmente estudiado por la ciencia política. Pero en cuanto a ejercicio del derecho al voto, y del deber de hacerlo, tanto suma el voto consciente e informado como el voto pasional y poco reflexivo.

En Gran Bretaña habrán de asumir las consecuencias de su decisión de apartarse del gran proyecto de integración europeo. Esa decisión tiene consecuencias para ellos y para el resto del continente. Como consecuencias tendrá para todo el mundo una eventual elección de Trump como presidente de Estados Unidos. Lo deseable es, siempre, el voto pensado, el voto con conocimiento de lo que determinado resultado implica tanto para quien vota como para la sociedad en su conjunto.

Todas estas reflexiones serán necesarias en nuestro país muy pronto. Seguramente se abrirá paso un plebiscito, al que ha dado en llamarse “por la Paz”. Un potente rodillo publicitario dirá al ciudadano que si vota a favor es amigo de la paz, y que si vota en contra es promotor de “la guerra”. La información y la responsabilidad política deberían apuntar a un conocimiento cabal de los acuerdos firmados con las Farc, que es lo que en realidad se va a votar. El derecho a la paz no es objeto de consulta. Lo es, sí, la pregunta sobre si los acuerdos de La Habana condensan ese derecho. Hay un reto muy grande que corresponde, en primer lugar, a los propios ciudadanos, de interesarse y formarse un criterio sobre qué es lo que se vota y qué le indica para ello su mejor sentido de la responsabilidad.

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